Posos de anarquía

Lecciones de vida desde un campamento de población refugiada

Lecciones de vida desde un campamento de población refugiada
Imagen del campamento de población refugiada saharaui de Bojador - David Bollero

El domingo partimos desde Madrid en un vuelo chárter hacia los campamentos de población refugiada saharaui. Más de 260 almas en un vuelo con cerca de una decena de nacionalidades distintas, cargadas de ilusión, que se dejaba notar en el bullicio que inundaba la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en esa mezcla de gritos, risas y llantos de los bebés que viajaban en la misma expedición que el sucio politiqueo de las altas esferas vetó para los profesionales de RTVE.

En este vuelo han viajado muchas, muchas, muchas personas saharauis que, o bien la pandemia había dejado ancladas en España tras venir a sus revisiones o intevenciones médicas; o que viajaban a campamentos al reencuentro familiar y, en algunos casos, a presentar al nuevo miembro de la familia. Un largo embarque -que parecería corto comparado con las más de seis horas para cruzar la aduana argelina- que destilaba vida por los cuatro costados aunque, paradójicamente, tuviera como destino un lugar como el desierto del Sáhara que inspira cualquier otra cosa incompatible con la vida.

Y es entonces cuando, una vez más te das de bruces con el pueblo saharaui, con su hospitalidad tantas veces elogiada por quienes hemos tenido la opotunidad de disfrutarla y con reflexiones como las de Ahmed Mahamud, conocido por todo el mundo como Chbitella. Se trata de un saharaui de 43 años que le deja a uno pasmado cuando le escucha decir cuántas ganas tenía de regresar a los campamentos. Él no ha venido esta expedición, lo hizo algunas semanas antes, tras permanecer varios meses intentando trabajar en España con su empresa de mensajería.

Lecciones de vida desde un campamento de población refugiada
Ahmed Mahamud. - D.B.

"Allí [por España] todo es estrés", afirma e, ingenuo de mí, me da por pensar que se refiere al ritmo frenético que llevamos en las grandes ciudades, aunque en su caso no era ni Madrid ni Barcelona, sino Murcia... pero no, no es a eso a lo que se refiere. "Allí hay demasiada información", aclara, "y toda mala". Mahamud no se explica cómo es posible tal caudal de informaciones negativas con las que los medios de comunicación bombardeamos a la gente y cómo ésta la amplifica y exprime toda su negatividad a través de las redes sociales. "Hay noticias buenas, claro, pero cuesta tanto encontrarlas". Y qué razón tiene.

"Vengo de regreso aquí [por los campamentos de población refugiada] y siento alivio, porque aunque es una vida mucho más dura, no existe tanta presión". Desde su punto de vista, "uno tan sólo lucha contra uno mismo para salir adelante en esta situación, sin necesidad de echarse encima presiones artificiales".

Y, una vez más y ni siquiera he permanecido aún 24 horas en el campamento de Bojador -para los que peinamos canas, antiguo 27 de Febrero-, y ya me han pegado la primera en la frente. Qué gran equivocación vivir instalados en una comodidad que nosotros mismos nos encargamos de torpedear tanto que, a la postre, un saharaui encuentra más sosiego y calma en las dunas del desierto más duro de la faz de la tierra. Y el problema, querido lector, lo tenemos nosotros, no él, a la hora de establecer prioridades o, sencillamente y no es poco, vivir.

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