Posos de anarquía

Ser tolerante con Casanova no es ideal

Ser tolerante con Casanova no es ideal
Eduardo Casanova y su look en los Goya. - Instagram @eduardocasanova

La última ceremonia de los Premios Goya ha vuelto a evidenciar la intolerancia inserta en la sociedad española y cómo las redes sociales sirven de amplificador de ataques tan cobardes como repugnantes. El actor y director Eduardo Casanova ha sido una de las dianas escogidas por quienes proyectan sus frustraciones e inseguridades en terceros, especialmente en quienes se atreven, como Casanova, a transgredir las casposas convenciones sociales.

"HDP devuelve el dinero que perdiste en tu mierda de película. Es dinero de todos, cínico, sidoso vividor". Este es tan sólo un ejemplo de los ataques de odio recibidos por el cineasta español, que para acudir a la ceremonia cuidó hasta el último detalle de su apariencia. Inspirado en el que que será su segundo largometraje -La piedad-, Casanova y su equipo trabajaron intensamente en el diseño del look que lució en la alfombra roja, no sólo en un cuidado diseño de traje, sino también en el maquillaje y resto de estilismo que le mostraban como una suerte de querubín con tonos rosa.

Puede gustar o no, pero es provocador, no deja indiferente y, desde luego, no merece tales agresiones verbales. Es evidente que cualquier que pise la alfombra roja se expone a la crítica porque, sencillamente, es parte del juego. Casanova no es ajeno ni mucho menos rehúye de ello; por este motivo, seguramente, le gusta ser tan transgresor, aportando ese toque tan personal con el que acostumbra a realizar cada uno de sus proyectos.

Sin embargo, entre la crítica, por cáustica que ésta sea, y los ataques de odio existe un amplio margen. Del ejemplo anteriormente descrito, el propio Casanova indicó que "este mensaje es absolutamente injustificable, es un mensaje de odio homófobo y serófobo", porque no sólo ataca al realizador, sino que estigmatiza a las personas enfermas de VIH.

Por norma general, quienes despliegan esta batería de odio andan un poco escasos de mundo y ya no sólo hablo de viajar, dado que no está al alcance de todas y todos, sino de leer, de conocer, de aprender. Caer en la estigmatización del VIH es retroceder décadas atrás, delatar que, por joven que sea quien hace gala de tamaña ignorancia, su mente anda anclada en los años 80.

La intolerancia es sinónimo de estupidez, de desconocimiento, de esa estrechez de miras que termina reduciendo al intolerante en algo tan básico y predecible que termina por resultar absolutamente prescindible, como sucede con quien atacó a Casanova.  Si uno o una no hace daño a nadie, ¿por qué no podemos vestir, maquillarnos o follar con quién queramos?

En todo caso, debemos cambiar -y me incluyo- nuestro propio lenguaje, porque hablar de tolerancia trae consigo un tufo de prepotencia, de aceptar desde una posición superior, de conceder permisividad desde la convención social. Es preciso avanzar, dando un paso más allá, derribando clichés que nos limitan con el mero establecimiento de barreras, las queramos o no superar. En cierto modo, ser tolerante es mejor que no serlo, pero no es bueno; hay que sacudirse esa carga de superioridad.

Esta deriva de ataques se puede ligar al actual clima político, con la extrema derecha viviendo uno de sus momentos más dulces. Sin embargo, creo que eso sería un error, porque lo que este fascismo está haciendo es capitalizar el odio ya existente. Bien es cierto que llegado un punto es una máquina generadora de odio y ataque a lo diferente, pero hoy por hoy está todavía sacando más partido a la base de cenutrios existente que a la generada.

Y esa base no tiene cabida en nuestra sociedad que, con más personas como Casanova, sin duda sería mejor, más abierta, interesante, enriquecedora. Es por ello que es preciso denunciar, no dejar pasar delitos de odio como estos, confiando en que el Estado que nos ha de proteger actúe, como de hecho ha sucedido con la acosadora de Candela Peña, que se enfrenta ahora a una pena de cinco años de prisión.

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