Posos de anarquía

Ilegalizar no es abolir la prostitución

Ilegalizar no es abolir la prostitución
Se inicia el primer paso para que los puteros también sean penalizados. - Pixabay

El Congreso se convirtió el pasado martes  en fiel reflejo de nuestra misma sociedad durante la votación para iniciar la tramitación de la ley llamada a ilegalizar la prostitución. Y preciso "ilegalizar" y no "abolir", porque lo uno no implica la otro, pues el problema es mucho más integral. El debate entre prohibir o regular está abierto y durante su transcurso será preciso escuchar no sólo a sus señorías, sino también a las personas que son víctimas de la trata, así como a quienes afirman ejercer la prostitución por elección propia.

La proposición de ley promovida por el PSOE ya ha tenido efectos positivos. Aunque los socialistas llevan décadas eludiendo este debate, habiéndose negado a posicionarse por mucho que hoy vayan de únicos salvadores, es cierto que al fin se transmite el mensaje de que el foco no hay que ponerlo únicamente en las víctimas de la explotación o en los proxenetas, también en quienes favorecen dicha explotación pagando por ella.

Este cambio de aproximación es el que ha llevado a comenzar a hablar de puteros. Quienes llevamos muchos años empleando ese término en nuestros artículos nos hemos sentido siempre muy solos y solas y hoy nos congratula ver que el resto de colegas comienza también a utilizarla. Aunque todavía haya profesionales que hablan de "clientes", como hoy mismo ha hecho Angels Barceló, lo cierto es que no lo son, es más acertado hablar de puteros o, incluso, de explotadores sexuales. Como ya apunté en este espacio hace años, los puteros han de ir a la primera plana.

Teniendo claro que la penalización al putero es una medida en la buena dirección, entiendo perfectamente las reticencias de quienes ayer ponían en cuestión la proposición de ley. Prohibir no es abolir, porque no acude a la raíz del problema. El consumo de drogas lleva años siendo ilegal y cada año su consumo va en aumento. Obvio que ambas problemáticas se mueven en órbitas diferentes, pero ambos casos son ilustrativos de que la ilegalización no implica necesariamente la abolición.

En el caso de la explotación sexual, el origen de ésta se encuentra en la miseria, en la desigualdad, en la exclusión que crea el escenario para se produzca la trata. Por este motivo, no atajar esa miseria, no acompañar a la ilegalización de la prostitución de un plan de rescate a todos los niveles -económico, educativo, laboral, psicológico...- para las víctimas de la trata es un error. Efectivamente, sitúa a estas personas al margen, estigmatizándolas aún más de lo que ya lo están. A ello se suma, además, la imprescindible educación afectivo-sexual que nos enseñe desde nuestra más tierna infancia que la explotación sexual no es una trabajo ni un servicio por el que pagar.

Aun considerando que buena parte de quienes dicen hoy prostituirse libremente es posible que comenzaran haciéndolo desde una situación de exclusión, de necesidad, de inferioridad respecto a quien paga por ese sexo. En todo caso, es preciso escuchar todas las voces, también las minoritarias pues lo que sí es una evidencia constatable es que quienes son víctimas de esta suerte de esclavitud superan en número a quienes viven de cobrar por sexo como elección libre.

No entraré en debates moralistas, esos recurrentes que plantean a quienes dicen ejercer libremente la prostitución si les gustaría que su hija adolescente les dijera que de mayor quieren seguir sus pasos; no, pero sí que sus voces también han de ser masivamente escuchadas. Al mismo tiempo y aunque son mayoría las mujeres explotadas, no podemos obviar el significativo aumento de la prostitución masculina y la también compleja regulación de la pornografía.

La cuestión es compleja y aunque para diferenciar posturas se habla de "abolicionistas" no debemos llamarnos a engaños: para acabar con la explotación sexual no basta con ilegalizarla. Más allá del resultado de esta tramitación, es muy positivo -y eso nadie lo puede negar- que el debate se produzca al fin en el Congreso. Hemos padecido durante mucho tiempo la desidia de nuestros políticos, su visión cortoplacista y partidista que les frenaba a la hora siquiera de inclinarse por la regulación o la prohibición, especialmente de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, que habrían hecho bien comenzando por disculparse por haber evitado esta cuestión durante décadas mientras las víctimas de trata engrosaban las listas y nos convertíamos en uno de los países que lideran el ranking mundial de puteros.

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