El asesinato a sangre fría de decenas de personas migrantes -cerca de 40, según las ONG en el terreno- ha vuelto a evidenciar cómo nuestro gobierno, ese que se dice el más progresista de nuestra democracia, desprecia determinadas vidas. El modo en que el pasado sábado Pedro Sánchez obvió la masacre, pasó por encima de las personas migrantes, respaldando la actuación de la policía marroquí y haciendo cómplice a las fuerzas fronterizas españolas, fue demasiado vil para tolerarlo, aunque desde Unidas Podemos (UP) se tolera... se protesta, pero se tolera.
Atribuir la culpa de la masacre a las mafias de tráfico de personas es como escudarse únicamente en el coronavirus para justificar la tragedia vivida en las residencias de mayores en Madrid tras implantar un protocolo que impedía su traslado a hospitales. Es exactamente lo que hizo nuestro gobierno, del que se ha llegado a decir que es uno con dos almas y ahora se duda de que siquiera tenga almas.
En plena semana de la cumbre de la OTAN, al monotema de la guerra de Ucrania y la amenaza rusa se quiere incorporar la defensa de la frontera sur. Y hablar de defensa es justificar masacres como la de este pasado fin de semana. Lo hizo implícitamente Sánchez, respaldado por una Unión Europea (UE) cada vez más deshumanizada. El establecimiento de fronteras porosas en una única dirección es mezquino, pero es la gran apuesta de nuestro gobierno, tan progresista él. Consiste en impedir a toda costa, incluyendo asesinatos, que se traspase nuestras fronteras, mientras Occidente sí lo hace para esquilmar los países de donde proceden estas personas migrantes.
Quienes hablan de migración legal, no sólo en la extrema-derecha, sino también en la izquierda, son personas desinformadas que no tienen ni idea de lo complicado que resulta conseguir un visado en los países subsaharianos, que ignoran o prefieren ignorar los tratos de favor que se cuecen en los consulados. Son personas que, como hizo Sánchez con las mafias, buscan soluciones fáciles a problemas complejos.
El desprecio por la vida humana más allá de nuestra frontera sur comienza a ser una constante de nuestro gobierno. Ya lo fue con el aval otorgado a la invasión ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos, mirando para otro lado ante esa violación del Derecho Internacional y ante la lista de torturas, asesinatos y demás violaciones de Derechos Humanos que el régimen de Mohamed VI ejerce contra la población saharaui. La contrapartida era, precisamente, evitar asaltos como los vividos en la frontera con Melilla, aunque no parece que haya surtido efecto.
Lo advertimos entonces: quien mercantiliza con vidas humanas una vez -y el apoyo a Marruecos en el Sáhara Occidental es lo que hace- lo hará más veces. Si lo piensan, no hay tanta diferencia entre las mafias que critica Sánchez y el modo en que actúa nuestro gobierno. Ambos usan vidas humanas para satisfacer sus intereses: unas para enriquecerse, otro para respaldar sus políticas económicas. El desprecio por esas vidas humanas es el denominador común, tanto de nuestro Ejecutivo, como de la UE o EEUU, en absolutamente todos los frentes, como no hemos dejado de ver en el abordaje de la pandemia, sin que sigan llegando vacunas a África y, consecuencia de ello, continúen generándose variantes cada vez más contagiosas de COVID-19.
Por otro lado, ¿cuánto más está dispuesto a tragar Unidas Podemos para pasar de las palabras a los hechos? Esta vez, decenas de personas asesinadas y entierros masivos precipitados para evitar cualquier tipo de investigación y depuración de responsabilidad. Y sí, está bien que Yolanda Díaz pida explicaciones al respecto, como quien pregunta por qué el filete sabe raro mientras se engulle de un bocado. En esta ocasión, como ha sucedido con el Sáhara Occidental, las buenas palabras no resuelven situaciones: el pueblo saharaui continúa siendo torturado en los territorios ocupados ilegalmente por Marruecos y las personas migrantes, maltratadas y asesinadas en la frontera sur. Las almas se han esfumado pero el gobierno queda, ese tan indisoluble en la forma como en el fondo cuyas decisiones son compartidas -quieran o no- por PSOE y UP y, cuando toque volver a las urnas, quienes tengan visión crítica y no se limiten a ser hinchada política actuarán en consecuencia.