Posos de anarquía

El lobby conservador se frena desde abajo

El lobby conservador se frena desde abajo
Manifestación de la Marea de Residencias en 2020. - Ricardo Rubio / Europa Press

Hay que estar en guardia. La ofensiva que están llevando los sectores más conservadores contra libertades conquistadas como el aborto, el reconocimiento a los derechos del colectivo LGTBIQ+ y la educación y sanidad públicas está extendiendo sus tentáculos peligrosamente. La amenaza de la derecha más retrógrada no se cierne únicamente sobre nosotros y nosotras en periodo electoral, sino en el día a día.

No es coincidencia que la élite económica sea conservadora porque la generación y mantenimiento de sus fortunas se basa en la desigualdad, en los privilegios de una minoría sobre una mayoría social. Esta situación hace que el músculo financiero con que cuenta sea mucho mayor y, por lo tanto, puedan ejercer mayores presiones para extender sus presupuestos con los que pretenden perpetuar la injusticia social.

Las nuevas pruebas publicadas este fin de semana en torno al excomisario Villarejo y el periodista Ferreras y la respuesta que han tenido ciertos medios sobre la ofensiva mediática contra Pablo Iglesias y Podemos o las revelaciones de los papeles de Uber son la punta del iceberg. Bajo cuerda, entre bastidores, la derecha es experta en maniobrar al margen de la democracia para imponer su supremacía. Ni siquiera se trata de ideología, sino de privilegios, de no dudar en excluir a los sectores más débiles y aprovecharse de ellos para incrementar su poder.

No es una teoría conspiranoica y, lamentablemente, acabamos de constatarlo con las últimas revelaciones. Las derechas ejercen como vasos comunicantes y extienden su ofensiva allá donde disfrutan de su régimen de vida por encima de nuestras posibilidades. Como una bola de nieve, la oleada conservadora que está teniendo lugar en EEUU contra el aborto rueda hacia Europa y comienzan a circular los cheques en España para acabar con este derecho.

Así es como los frentes políticos, empresariales y mediáticos se arman para poner cuantas zancadillas sea posible a colectivos como el LGTBIQ+ o contra el mismo estado de bienestar, desmantelando dos de sus pilares, esto es, la educación y la sanidad públicas. A falta de conseguir dotar del poder necesario a títeres como Santiago Abascal, la élite ha fichado a líderes políticas como Isabel Díaz Ayuso, absolutamente desbocada, irracional y tolerada por la nueva dirección del PP, con un Alberto Núñez Feijóo incapaz de ejercer el liderazgo que prometió.

Los lobbies ultraconservadores están moviendo ficha, juegan a largo plazo mientras la izquierda pierde perspectiva, en parte porque ha de escapar de la presión a la que es sometida, en parte porque siempre termina pegándose un tiro en el pie dividiéndose. Ignoro si la iniciativa Sumar de Yolanda Díaz tendrá los efectos esperados, porque incluso después de su presentación continúa siendo una auténtica incógnita. Más allá de que después de que los grandes defensores de la coalición hablaran de "un gobierno con dos almas" y ahora Díaz apunte que, a falta de dos, ni siquiera tiene alma este gobierno, habrá que ir viendo cómo avanza Sumar contra esa tendencia al harakiri por parte de la izquierda.

Constatada la ofensiva ultraconservadora, la ciudadanía no se puede permitir el lujo de que ordenen la casa desde la política. En plena semana del debate sobre el estado de la nación, la movilización no puede venir de arriba a abajo, sino al revés, porque es abajo donde la apisonadora de la derecha ejerce más presión, cerrando ambulatorios, dificultando los abortos en la sanidad pública, precarizando la educación pública, generando guetos de pobreza de los que resulta imposible escapar.

Es obvio que se precisa una representación política que frene ese tipo de iniciativas, pero sin movilización abajo, no habrá energía suficiente. Las redes sociales cuentan, pero más  cuenta la calle, las empresas, que es donde podemos meter la mano en sus bolsillos. El plante de buena parte de la clase obrera a sectores acostumbrados a la explotación laboral es un primer paso y esa es la buena dirección, el horizonte hacia el que hay que caminar.

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