Posos de anarquía

Calentamiento mental

Calentamiento mental
Vista general del embalse de Entrepeñas, en Guadalajara, completamente seco en el verano de 2017. - Philippe Marcou / AFP / Archivo

No descubro nada nuevo si afirmo que PP y Vox comparten más ideas comunes que dispares, si aseguro que las cosas que les unen son infinitamente más que las que les separan. Las medidas de ahorro energético y los incendios que asolan España este verano son un nuevo ejemplo que sitúan a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (PP), y al vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo (Vox), en la misma órbita. Los negacionistas del cambio climático vuelven a evidenciar su calentamiento mental.

La famosa anécdota del primo de Rajoy cuando fue preguntado por el cambio climático sigue vigente. Han pasado 15 años ya de aquel episodio y la política española sigue estando plagada de Rajoys y de primos, que hipotecan nuestro futuro inmediato. La derecha ha venido negando sistemáticamente los efectos del cambio climático, priorizando el negocio a la conservación del planeta. Ha ignorado las previsiones de los científicos y, con ello, han cometido un grave error de cálculo que ahora nos estalla en la cara.

Los dirigentes conservadores -que no conservacionistas- pensaron que la factura de sus excesos se manifestarían varias generaciones futuras, cuando ellos ya no estuvieran aquí, pero la realidad es tozuda y, más allá de los efectos de la guerra de Ucrania, no está demostrando tenemos un serio problema de recursos de primera necesidad como el agua. Ni siquiera con estas graves consecuencias, la derecha cede en su negacionismo.

Si con la Comunidad que cogobierna asolada por el fuego, García-Gallardo carga contra quienes alertan de la emergencia climática, Ayuso hace lo propio contra las medidas de ahorro energético que decreta el Gobierno y que ya aplican en otros países de Europa. La presidenta de Madrid se ha convertido en una pirómana de la política y, en lugar de gestionar sus competencias -como el abandono de las familias sin luz de Cañada Real, que sufren tanto las olas de calor como el frío invernal-, vive de la provocación. Un día califica de "cheque-voto" las bonificaciones del Gobierno de España al transporte público y otro decide ampliar el descuento del abono al 50%.

Allá donde la derecha más ha negado o minusvalorado el cambio climático, más se están sufriendo sus efectos. Si a pesar de las advertencias de los ecologistas, Génova mantenía que el Mar Menor no sólo era apto, sino todo un atractivo para el baño, en Málaga el presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Salado (PP), ignoraba el colapso hídrico que ya se percibía en la provincia y apostaba por llenarla de plantaciones de aguacates. Hoy, en el pueblo del que es alcalde (Rincón de la Victoria), que vive del turismo, ni siquiera hay agua en las duchas de la playa -el embalse de la Viñuela, del que bebe, está por debajo del 13%- y, con todo, sigue cargando contra las medidas del Gobierno.

Este calentamiento mental de algunos dirigentes amplifica y extiende los efectos del cambio climático. Defender su gestión es asumir un harakiri, una autodestrucción que ya comienza a asomar la patita. Quienes pensaban que podrían mantener su estilo de vida hasta el final de sus días, siendo sus nietos quienes pagarán el peaje de ese confort, se equivocaron de pleno. Les toca comenzar a pagar la factura y, en lugar de afrontarlo, se revuelven. Del calentamiento mental han pasado al achicharramiento.

Más Noticias