Posos de anarquía

Cuando un dictador felicita a España

Cuando un dictador felicita a España
El actual aspecto enfermizo de Mohamed VI dista mucho del que presentaba en actos como el de la imagen de 2018. - Fadel Senna / AFP

Recibir la felicitación de un dictador no es algo de lo que enorgullecerse. La felicitación de Mohamed VI a España y EEUU por legitimar su invasión ilegal del Sáhara Occidental sitúa a estos dos países en la órbita de violadores de derechos humanos (DDHH). El Gobierno de Pedro Sánchez se vanagloria de sus buenas relaciones con Marruecos, aferrándose a la máxima falaz de que hay dictadores de primera y de segunda. Se trata de un error histórico que, en un futuro, será juzgado por la Historia como un hecho vergonzoso, ejemplo de cómo lo que en realidad ven Sánchez y sus secuaces son vidas humanas de primera y de segunda.

La muerte de un dictador nunca es una mala noticia. Hay personas que se han ganado a pulso el estatus de sobrar en este mundo porque, con su desaparición, se podrían sentar las bases para que cientos de miles de seres humanos dejen de ser utilizados como mera mercancía. La delicada salud de Mohamed VI barrunta un final próximo, dejando a su paso un heredero a medio hacer. Consciente de ello, el dictador marroquí se afana en culminar el genocidio que inició su padre Hassan II con el pueblo saharaui y para ello, como hizo aquél, ha elegido a España como cómplice. Y Sánchez ha aceptado.

La felicitación a España y EEUU es un auténtico regalo envenenado porque busca visibilizar internacionalmente la legitimización por parte de la Casa Blanca y de La Moncloa, lo mismo que ha hecho Putin en Ucrania. De nuevo, esa visión de dictadores de primera y de segunda que no hace más que debilitar nuestra democracia, con una infección que avanza a pasos agigantados.

El hecho objetivo es que la propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental viola las resoluciones de las Naciones Unidas y el derecho internacional y, a pesar de ello, el Gobierno de España la apoya e impulsa. Resulta obvio que nuestro país, como sucede con nuestros vecinos europeos, está más que acostumbrado a tratar con violadores de DDHH para sacar beneficio. Es el caso de China, sin ir más lejos. La diferencia es que el en caso de Pekín, los acuerdos comerciales a los que se llega benefician indirectamente al régimen chino, enriqueciéndolo para poder continuar con sus tropelías; mientras que con Marruecos, Sánchez se remanga y no duda en mancharse las manos de sangre. Y Mohamed VI le felicita por ello.

Los supuestos beneficios derivados del cambio de postura de España en la cuestión del Sáhara Occidental no terminan de percibirse y, de hecho, desde que Sánchez impuso autoritariamente este giro, yendo en contra de todo el Congreso de los Diputados y Diputadas e, incluso, sin el aval unánime de su Consejo de Ministros, se han producido varias traiciones por parte de Rabat.

Abandonado una vez más el pueblo saharaui, el Gobierno de España es consciente de las atrocidades que cada día comete Marruecos en el Sáhara Occidental ocupado, ignorándolas. Al tiempo que nuestro ministro de Exteriores, José Manuel Albares, tira balones fuera afirmando que "seguiremos el plan que marque Steffan de Mistura", esto es, el enviado especial de la ONU para el Sáhara Occidental, calla y mira para otro lado cuando Mohamed VI impide que De Mistura visite los Territorios Ocupados. Sucedió en julio y lo que debió ser un auténtico escándalo para la comunidad internacional pasó desapercibido para la opinión pública, procurando alivio en La Moncloa.

Si Sánchez afirmó que el enojo de la banca en relación a los impuestos a sus beneficios extraordinarios significaba que el Ejecutivo iba en la buena dirección, la felicitación de Mohamed VI constata precisamente lo contrario. Con su decisión, España se ha posicionado en dirección contraria a los DDHH y, tarde o temprano, esa política kamikaze terminará en siniestro total.

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