"¿Qué miedo tenemos a la democracia?". Nunca unas palabras encerraron más hipocresía, más elevadas dosis de cinismo que las pronunciadas ayer por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para pedir elecciones anticipadas. El mismo hombre que rompió los acuerdos alcanzados por su partido y el Gobierno para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), impidiendo así el cumplimiento de la Constitución, se pregunta qué miedo tenemos a la democracia. Quizás, esa es una pregunta que debería contestarse el propio Feijóo.
La derecha tiene atragantada la democracia y no soportan que el pueblo español no les diera el apoyo necesario en las últimas de elecciones generales. De ello se deriva, por ejemplo, que el Ejecutivo haya conseguido aprobar todos sus Presupuestos Generales o que ahora salgan adelante las reformas en el Poder Judicial, entre muchas otras. Precisamente éstas últimas son las que revuelven a toda la oposición conservadora, con Vox y Ciudadanos pidiendo una moción de censura -para lo que no tendrían mayoría- y un PP exigiendo elecciones anticipadas.
Ambos casos, tanto la moción de censura como el adelanto electoral, son mecanismos legítimos y contemplados en nuestro sistema... tanto como lo es aprobar las reformas de los delitos de sedición y malversación si se cuenta con suficiente apoyo parlamentario. ¿Qué miedo a la democracia tienen la derecha en general y Feijóo en particular que no entienden esto? Son reglas básicas de nuestra democracia, que impide que quienes no disfrutan del apoyo y confianza suficiente de la ciudadanía puedan imponer sus decisiones.
Bien es cierto que la reforma del delito de sedición no es más que una armonización de nuestro Derecho con el europeo, una simple modernización, y que la del delito de malversación es una mera contrapartida de apoyo a nacionalistas catalanes, por mucho que lo nieguen desde el PSOE -que, indirectamente y en caso de no concederle indulto, también echa una manita a Griñán-; con todo, ésta última depende del resto de socios de investidura que no cuentan con condenados por dicho delito.
Dicho de otro modo, la reforma del delito de malversación es un patinazo, una concesión que convierte el Código de Penal en materia de trueque, como ya hicieran en su día PP y PSOE con la misma Constitución cuando modificaron el artículo 135 con nocturnidad y alevosía para contentar a la Unión Europea a espaldas del pueblo español. A pesar de ello, existen mecanismos para, si no se cuenta con mayoría parlamentaria, tratar detener esta reforma: el primero es el Tribunal Constitucional, espacio en el que la derecha se mueve como pez en el agua, y más concretamente el PP, que utilizó esta vía para tratar que las personas del mismo sexo no pudieran contraer matrimonio, por ejemplo. La segunda, para revertir la reforma, son las elecciones, ya sean anticipadas o cumpliendo el calendario electoral, pero en modo alguno se pueden solicitar su adelanto comparando a Pedro Sánchez como un dictador.
Lo ha hecho en repetidas ocasiones Feijóo y ayer mismo la ultra del PP Isabel Díaz Ayuso, que dibujó para 2023 una auténtica escena apocalíptica en España... apocalíptica y comunista, con los mejores datos de empleo y cotizaciones a la Seguridad Social en décadas, un Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de más de 1.000 euros y una intervención estatal en materias como el coste energético o el precio de las matrículas universitarias. Evidentemente, restan muchas cosas por mejorar y algunas de ellas a contrarreloj si PSOE y Unidas Podemos no quieren incumplir promesas, como son la derogación de la Ley Mordaza, la Ley de la Vivienda, etc., pero estamos tan lejos de una dictadura como Díaz Ayuso de la decencia.
¿Qué miedo tiene Feijóo a la democracia que permite discursos falaces e injuriosos como los de la presidenta de Madrid o que sistemáticamente ataca a partidos democráticos como EH Bildu que en Euskadi barren literalmente al PP en las urnas, tanto en las elecciones municipales como en las autonómicas? Feijóo, como ha venido haciendo el PP desde la caída de la dictadura, se sirve de la democracia mientras le conviene, despreciándola cuando juega en su contra. Es lo que hizo José Mª Aznar haciendo partícipe a España de los crímenes de guerra en Irak en 2003 pese a tener la oposición de todo el Congreso y del 98% de la población o que incluso hace ahora Feijóo calificando de ilegítimo a este Gobierno que cuenta con todos los avales del Estado de Derecho.
Es muy posible que no ande tan desencaminada la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando apunta que a lo que es posible que tenga realmente miedo Feijóo es a su propio partido. Díaz Ayuso dejó vía libre al gallego para que llegara al PP como un mesías que finalmente no ha sido tal. Sus continuos tropiezos, sus errores de bulto por falta de preparación -como pensar que la eliminación de la desgravación de la vivienda fue cosa de Sánchez cuando lo fue de Rajoy muchos años atrás- y sus movimientos continuamente erráticos han puesto en duda su prometido liderazgo renovador, algo que supo ver Díaz Ayuso, que aguarda el desgaste que seguirá sufriendo Feijóo en 2023 para, quizás, tirarse a su yugular a finales de año cuando sean convocadas las elecciones generales. Miedo. Feijóo lo tiene, pero no a la democracia; por ella evidencia más desprecio. Miedo es lo que le recorre el espinazo cuando está entre su propia gente, como un mero cebo atado a una estaca que aguarda a la bestia... y la soga se la puso él mismo al cuello.