Posos de anarquía

La derecha amenaza la democracia

La derecha amenaza la democracia
La derecha caerá en el error de comparar torticeramente lo sucedido en Brasil con las protestas del 25-S. - Reuters

El intento de golpe de Estado que se vivió ayer en Brasil, dos años después del asalto al Capitolio por las huestes de trumpistas, es un clon de éste último y nos recuerda el peligroso modo en que a la derecha se le atraganta la democracia. Sucede también en España, donde en el pasado esta misma derecha nos condujo a una guerra civil vía un golpe de Estado y ahora, una parte de ella (Vox), ni siquiera tiene una mala palabra para las huestes de Bolsonaro.

El propósito de esta tribuna no es analizar los tristes acontecimientos vividos el pasado domingo en Brasil, sino mirarnos en el espejo para descubrir cómo también en España la derecha tiene dificultades para comulgar con la democracia, por lo que dar lecciones de orden constitucional resulta temerario por su parte. La manipulación a la que acostumbran tanto PP como Cs o Vox es muy posible que trate de recordar la protesta pacífica que tuvo lugar el 25 de septiembre de 2012 con Rodea el Congreso, en un burdo intento por comparar ambos hechos.

Sin embargo, ni las protestas de entonces en España tuvieron como origen la no aceptación de un resultado electoral ni fueron violentas; de hecho, contaron con la autorización de la Delegación de Gobierno. En 2012, el movimiento del 25-S se manifestó de aquel modo a las puertas del Congreso para protestar contra los salvajes recortes que aplicaba el Gobierno de Mariano Rajoy para atajar la crisis, un modo de gestionar muy distinto al actual. Además, no era la primera protesta por este austericidio y, de hecho, precisamente se convocó el 25-S por cómo el Gobierno del PP ignoraba el malestar mayoritario de la ciudadanía tras manifestaciones previas.

Otro de los episodios con los que la derecha puede caer en la tentación de comparar el intento de golpe en Brasil es la manifestación que tuvo lugar en Sevilla durante la primera toma de posesión de la presidencia de la Junta de Andalucía por parte de Juan Manuel Bonilla en 2019. De nuevo, la comparación no aplica, puesto que aquella concentración tuvo un carácter pacífico y no cuestionaba el resultado electoral; lo que hacía era visibilizar su indignación y encender las luces de alarma por el pacto alcanzado con la extrema-derecha de Vox para hacerse con el poder. El tiempo no tardaría en dar la razón a los y las manifestantes, que en pocos meses vieron los retrocesos que vivimos en Andalucía en materia de feminismo y lucha contra la violencia de género, entre otros.

Queda probado, pues, que la izquierda no asalta el poder con violencia, como sí nos dice la Historia que hace la derecha; del mismo modo que el ala progresista sabe encajar las derrotas electorales con un sentido mucho más democrático que los conservadores. Llevamos viéndolo toda la legislatura, con un PP, primero con Casado y ahora con Feijóo, que insiste en calificar de ilegítimo al Ejecutivo y tirano a Pedro Sánchez. Ese discurso en sí mismo es un amenaza a la democracia, como lo son las mentiras que no dudan en utilizar los populares -lo de Vox ya es puro delirio-. Así, la portavoz del grupo parlamentario popular Concepción Gamarra escribía anoche en Twitter que el asalto en Brasil no pasaría en España de desorden público tras la reforma del delito de sedición, algo que es radicalmente mentira.

Haríamos, pues, muy mal en mirar únicamente a los asaltos al Capitolio y las sedes de los tres poderes del Estado en Brasil para ver el peligro a la democracia que representa la derecha. En España, sin llegar tan lejos, los conservadores también dan sobradas muestras del riesgo que representan. Más allá de la irrelevancia de Cs en descomposición, Vox lleva el autoritarismo en su ADN sin posibilidad de enmienda. El PP, por su parte y pese a compartir ADN, sí puede tener margen de reconducir su actitud para representar a esa derecha moderada  y demócrata que, estando en las antípodas de la izquierda, sí respeta al menos las reglas del juego.

Es tiempo de que Feijóo tome las riendas del partido y deje de arrugarse ante personajes como la ultra Isabel Díaz Ayuso, so riesgo de perecer políticamente en el intento, como Casado. La diferencia entre hacerlo o no puede ser pasar a la Historia como un borrón vergonzante al que el pueblo español no permitió que nos condujera por los derroteros que anhela una parte retrógrada de la derecha.

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