Posos de anarquía

¿Votas en clave nacional para tu ayuntamiento?

¿Votas en clave nacional para tu ayuntamiento?
Un hombre introduce su voto en una urna, en una imagen de archivo. / EFE

El próximo 28 de mayo acudiremos a las urnas para elegir a las personas que nos representarán en los ayuntamientos y, donde así corresponda, en las Comunidades Autónomas. La política está intoxicada de arriba a abajo como demuestra que sean los propios partidos quienes, incluso en el ámbito local, apunten a las políticas nacionales. ¿Deberíamos votar en clave nacional para nuestros ayuntamientos?

Especialmente en las grandes ciudades -y por supuesto en todas las Comunidades-, el PP es experto en hacer parecer a Pedro Sánchez como el candidato al que ha de votar la ciudadanía. Cargan las tintas en sus discursos, en todos sus mítines y entrevistas contra el presidente del Gobierno a pesar de que quien se haga con la alcaldía no tendrá competencia alguna sobre ninguna de sus medidas. Precisamente por este motivo, no han sido pocas las veces que desde las filas socialistas han manifestado su descontento por esta suerte de intoxicación que desvía la atención, no sólo hacia el candidato o candidata local, sino incluso hacia el mismo programa electoral.

A pesar de este notable desagrado, el PSOE hace exactamente lo mismo, pero en sentido inverso. Si miramos a Andalucía, comprobamos cómo el partido socialista ha planificado su estrategia electoral combinando el poder de sus alcaldes con las medidas sociales adoptadas desde el Gobierno de España. Huelga decir que serían las mismas medidas sociales de las que se beneficiaría el municipio aunque, incluso, gobernara Vox. A pesar de ello, el PSOE tratará de transmitir lo contrario, apoyándose para ello en sus representantes nacionales, actuando del mismo modo que desaprueba cuando es el PP quien lo hace.

Las estrategias electorales son, pues, más que cuestionables. Sorprende también esa tendencia a desacreditar por sistema los sondeos realizados por los organismos oficiales cuando los resultados no son propicios. Continuando con Andalucía, lo ha hecho la izquierda criticando las últimas encuestas del Centro de Estudios Andaluces (Centra) que da por vencedor al PP en las ocho capitales andaluzas. Más allá de que buena parte de quienes contestaron esas encuestas seguramente no conocían quién es el candidato o candidata a la alcaldía -se presentaron oficialmente apenas una semana antes de la publicación del sondeo-, cargar contra el sondeo no parece una buena idea... en el caso del PSOE, además, hablar de que "roza la malversación" es patético después de la reforma de este delito que ha realizado cuando no trae consigo enriquecimiento personal.

Estas críticas, que también se han producido en otros partidos de la izquierda en localidades como Málaga, aparecen ante la ciudadanía como una pataleta pueril, impostando una actitud triunfalista. ¿No haría mejor estos partidos encajando esos sondeos -se los crean o no-, presentándose ante el electorado con humildad? ¿Acaso no sería más acertado apuntar que esas encuestas sirven de acicate para redoblar esfuerzos y trabajar aún más intensamente y, al mismo tiempo, pedir la confianza de sus votantes para dar la vuelta a esos pronósticos? En su lugar, lo que hace la izquierda en este caso -lo hace la derecha cuando es ella la perjudicada-, es asumir que tienen un poder electoral mayor -se lo crean o no-, transmitiendo una imagen que puede llegar a desmovilizar el voto.

En este escenario, ¿qué lugar ocupa el electorado? No resulta una cuestión sencilla, pues mientras vemos como los y las votantes de mayor edad son quienes menos fallan a su cita con las urnas, también observamos que son los más inmovilistas con su voto, confiándolo a su partido de toda la vida, independientemente de su candidato y programa, como quien apoya a su equipo de fútbol. Los partidos tienden a optimizar esfuerzos, atacando más a la mediana edad, infravalorando el voto joven que en muchos casos dan por perdido, viviendo en carnes propias como las secciones jóvenes de sus formaciones están cada vez más debilitadas.

¿Quién le pondrá el cascabel al gato? ¿Qué partido romperá de una vez por todas esa tendencia y se ocupará al fin de las personas más jóvenes? Esas a las que resulta más complejo intoxicar entremezclando torticeramente políticas nacionales y que prestan más atención las medidas locales, por lo general escasas. Quizás si los partidos utilizan esa motivación para romper con esa tendencia, movilicen también un voto que hoy tienen perdido.

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