Posos de anarquía

Feijóo deshoja la margarita de Vox

Feijóo deshoja la margarita de Vox
Pablo Casado y Alberto Nuñez Feijóo, antes de la emboscada de hace un año que terminaría con la marcha del primero del PP.- EFE

Se cumple un año de la emboscada que le tendieron a Pablo Casado en el PP y resulta inevitable hablar en términos de traición. Lo fue, además de uno de los modos más crueles, con personajes como Cuca Gamarra mostrándole adoración un día para, al siguiente, ser una de las que lo empujó al abismo. En la memoria, aquel discurso duro de Casado contra Vox y, meses después, constituir el primer gobierno de coalición con la extrema derecha, ya con Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder. ¿Qué nos depara este nuevo  ciclo electoral?

Nadie tiene claro qué sucederá tras el próximo mes de mayo. La insistencia del PP en su propuesta de que gobierne la lista más votada esconde su temor a que no consiga victorias con el suficiente margen para prescindir del apoyo de Vox. En el horizonte se vislumbran las elecciones generales de final de año y no quieren dar un paso en falso con asociaciones envenenadas como de hecho ya sucede en Castilla y León.

Tal y como describe hoy Carmen Morodo, que pasa por manejar información de Génova de primera mano, en el seno del PP no las tienen todas consigo. Hay quien apunta que el apoyo de Vox al partido resultará inevitable sin tener siquiera que solicitarlo, pues no apoyar al PP sería facilitar nuevas alcaldía o presidencias autonómicas de la izquierda y, a las puertas de unas presidenciales, Abascal no se puede permitir el lujo de colgarse el sambenito de facilitador de la progresía.

Sin embargo, esa lectura es arriesgada y diría que equivocada. Están en lo cierto en Génova cuando creen que Vox no se contentará con apoyos de investidura y que exigirá entrar en el gobierno aunque sólo obtenga un único escaño, pero yerran al pensar que antes que permitir un gobierno de la izquierda, especialmente del PSOE, apoyarán al PP.

La mentalidad del partido de extrema derecha va por otros derroteros y su maquinaria propagandística también. Los de Abascal bien podrían abstenerse en votaciones, dejando vía libre al PSOE, y plantear ante la opinión pública que el responsable del gobierno progresista es el PP y su negativa a una coalición de derecha. Dañar al PP trae más rédito que beneficiar indirectamente al PSOE. ¿Se arriesgarán en Génova a eso?

Feijóo ha de marcar directrices, pero la fragilidad de su liderazgo no parece que sea el mejor de los escenarios para ello. Aunque esta semana el PP cierre filas en torno a su figura para desactivar los análisis y recuerdos de la traición a Casado, lo cierto es que el gallego manda poco en el partido y, en cuestiones divididas como la de Vox, aún menos. Oficialmente, parece poco probable que Feijóo marque la línea a seguir; hacerlo sería arriesgarse a que Isabel Díaz Ayuso volviera a dejarle en evidencia. De este modo, los movimientos serán más que discretos, sin demasiadas palabras gruesas, con mucho maquillaje de moderación y empacho de sonrisas, en gran medida apoyándose en Juan Manuel Moreno Bonilla, cuyas políticas privatizadoras dan ahora una bofetada de realidad a quienes se creyeron su retrato moderado y le concedieron su voto. La siguiente bofetada puede noquear, y no me refiero al adversario, sino al electorado.

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