Posos de anarquía

El odio hecho negocio

El líder de Desokupa, Dani Esteve, el día en el que la plataforma Desokupa plegó una lona en Atocha contra el presidente del Gobierno, a 3 de julio de 2023, en Madrid (España). -DIEGO RADAMÉS / Europa Press
El líder de Desokupa Dani Esteve el día en el que la plataforma Desokupa plegó una lona en Atocha contra el presidente del Gobierno, a 3 de julio de 2023, en Madrid (España). -DIEGO RADAMÉS / Europa Press

Madrid cuenta con una nueva lona del odio. Esta vez no la ha colocado un partido político, sino una empresa que juega a hacer política porque del resultado electoral depende que siga haciendo dinero con la violencia. Si gana la izquierda, Desokupa tendrá más difícil bordear -si no traspasar- la legalidad con su agresividad anabolizante; mientras que si es la derecha extrema quien gobierna, tendrá barra libre para seguir lucrándose. No les importa tu bienestar, les importa su bolsillo.

Desokupa hace ruido, pero uno quiere pensar que a la hora de la verdad se queda en eso. Ya le sucedió en Barcelona, cuando intentó montar una manifestación contra la que todavía era alcaldesa, Ada Colau, y pinchó estrepitosamente. El número de personas que acudió entonces prácticamente podría haber entrado en el salón de Daniel Esteve, fundador de la empresa, para merendar con pastas.

A pesar de su escaso respaldo, Esteve sigue aprovechando y amplificando la violencia que engendra la extrema derecha, sugiriendo esa imagen de "entrar en La Moncloa a hachazos y sacar a hostias al presidente como si fuese un pobre inmigrante atrincherado en un edificio requisado por un banco", como apunta mi tocayo David Torres. Temen -y con razón- quienes se lucran con Desokupa que una nueva victoria de la izquierda termine con su negocio. Una reforma del Código Penal podría ilegalizar de una vez por todas las prácticas mafiosas de enviar matones musculados a hacer lo que ya contempla la ley por los cauces legales.

La violencia y el odio se han convertido en un negocio. Lo es para los partidos políticos que hacen uso de ello con el objetivo de hacerse con el poder y enriquecerse; y lo es para las empresas que envenenan con esa agresividad a la sociedad porque el odio ayuda a hacer caja. Mi colega Torres acierta de nuevo al calificar de "inquietante" el vídeo de Esteve en el que "amenaza con reclutar 'un ejército de la calle', una especie de hordas de voluntarios semejantes a las que se están organizando en Francia para luchar contra los disturbios callejeros".


El mensaje no es que Esteve y la banda de esteroides sean nuestros salvadores; más bien al contrario, son quienes traerán más caos, administrando su justicia a golpe de puñetazo que ni siquiera es limpio, sino con la cobardía del puño americano. Quienes lo apoyan, incluidas determinadas periodistas y partidos políticos, hace tiempo que dejaron de caminar por el alambre y ya cayeron del lado equivocado, el que emponzoña nuestra convivencia.

Conviene, además, echar una mirada también a las empresas propietarias de los espacios publicitarios de estas lonas del odio o de la cartelería en el metro, pues su irresponsabilidad también debiera pasar el escrutinio ciudadano. Enriquecerse con la violencia, que es exactamente lo que hacen al vender sus espacios a mensajes de esta naturaleza, es mezquino y no está de más señalar a las empresas para mostrar su falta de ética cuando hay euros de por medio.

Con una redacción parvularia, Desokupa habla en su lona de haber recuperado las casas de 7.600 familias, una cifra que desafía a los datos oficiales y que no cuenta absolutamente con ningún respaldo. Igual podría haber escrito 7.600 que 10.500. Lo mismo da. Lo que cuenta es seguir asentando una narrativa tan falaz como aversiva bajo la cual subyace una auténtica amenaza para nuestra democracia. Tiene más decencia y dignidad cualquier pedazo de sábana de un top manta que esa lona de Desokupa. Ojalá el próximo 23 de julio sea el principio de su fin.

Más Noticias