Felipe VI ha designado a Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura. Lo ha hecho a pesar de que incluso quienes le apoyan, como el líder de UPN, Javier Esparza, ha pedido al gallego que deje de engañar a los y las españolas asegurando que le dan los números para formar gobierno. Esta realidad no ha influido en la decisión del rey, que se ampara en la costumbre para inclinar la balanza por Feijóo, a pesar de saber a ciencia cierta que su principal apoyo es Vox, cuyo machismo y negacionismo de la violencia de género está contribuyendo a sembrar España de cadáveres de mujeres.
No hacía falta un rey para concluir que "salvo en la Legislatura XI, en todas las elecciones generales celebradas desde la entrada en vigor de la Constitución, el candidato del grupo político que ha obtenido el mayor número de escaños ha sido el primero en ser propuesto por Su Majestad el Rey como candidato a la Presidencia del Gobierno. Esta práctica se ha ido convirtiendo con el paso de los años en una costumbre". Es lo que expone Felipe VI en su comunicado y en lo que basa su decisión de designar a Feijóo como candidato a la investidura.
Tal y como exponía en la columna de ayer, Felipe VI ha fallado a España al no cumplir con su deber. Condenar al país a una investidura fallida, retrasando con ello la conformación del gobierno en un momento acuciante por la situación que atraviesa el país, es una grave irresponsabilidad. Más allá de esa consideración, el monarca tenía ante sí una oportunidad de excepción para no seguir dando alas a Vox, el partido fascista cuyos postulados discriminatorios ponen en riesgo la vida de mujeres, migrantes y el colectivo LGTBI, entre otros. Esa oportunidad perdida forma ya parte del legado de Felipe VI.
El rey ha preferido inclinarse por "costumbre" por la opción que presume de priorizar la unidad de España, aunque lo haga sobre una montaña de cadáveres de mujeres. Hasta la fecha, las cifras oficiales datan en 36 las mujeres asesinadas en 2023 por el mero hecho de ser mujeres, algo que niega Vox. A ello es preciso sumar la interminable lista de mujeres acosadas, vejadas o maltratadas por el mismo motivo, por ese sentimiento de propiedad, de superioridad que destiló el mismo Luis Rubiales en su beso no consentido a la futbolista Jenni Hermoso.
Aunque Felipe VI no puede tomar partido y ha de mantener su neutralidad, lo cierto es que al designar una opción que es imposible que cuente con apoyos suficientes para gobernar -salvo que compre tránsfugas protagonizando otro tamayazo antidemocrático-, ha erosionado la institución que encabeza. Teniendo todo a su favor para evitarlo legítimamente, el monarca ha abierto la puerta al tándem PP-Vox, pese a saber que esta unión está favoreciendo la lacra de la violencia de género, negándola como pasó ayer mismo en Madrid o eliminando elementos de auxilio puestos a disposición de las víctimas, acabando con, por ejemplo, los puntos violeta en diversos festejos multitudinarios.
Al otro lado, Felipe VI tenía una opción viable de gobierno que, si bien es cierto que no ha cerrado todavía todos los apoyos necesarios para ello, se presenta como la única posible. La alianza de PSOE y Sumar, con los votos favorables de los partidos soberanistas, ha demostrado en la última legislatura su defensa de la justicia social en todos los aspectos, la misma que niegan populares como Isabel Díaz Ayuso. Sin embargo, es la opción que no sólo tiene miembros que apuestan por la autodeterminación de sus territorios, poniendo en riesgo el actual modelo de Estado de España, sino que, además, apuestan por la república, eliminando la figura del rey. Felipe VI al paro.
Simplificar que la disyuntiva que tenía el rey era mantener su puesto y la unidad de España teñida de sangre de mujeres asesinadas -a las que obvió en su último mensaje navideño- o apostar por la justicia social en un marco potencialmente republicano con una nueva fórmula de Estado sería mucho simplificar pero, ¿quién podría reprocharlo si en España somos tan amigos y amigas por "costumbre" de no complicarnos la vida?