Elías Bendodo, coordinador general del Partido Popular (PP), es lo más parecido a un sicario político, entendiendo como tal al personaje encargado de hacer cuanto dialécticamente sea necesario para neutralizar a quien se considera un rival. Sus armas son la mentira y la manipulación y su ecosistema natural la conspiración y los pactos opacos. Creó escuela en Málaga y ahora, desde Madrid, despliega toda suerte de embustes para intentar desactivar otro posible gobierno de coalición, aunque hasta el momento sus argucias no hayan llegado a buen puerto.
La política que ejerce Bendodo es peligrosa y no deberíamos distraernos de esa reflexión, ni siquiera con los ridículos como los que acostumbra a hacer, como ayer con su delirante vídeo en que afirma que Pedro Sánchez ha ido a ver al teatro La novia de Frankenstein cuando en realidad vio La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes. No es necesario estar permanentemente instalado en la mentira y el agravio para hacer política, del mismo modo que quien utiliza el ataque al rival como único recurso para brillar no parece valer mucho. Ese es Bendodo.
Tras la investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo, su sicario vuelve a la carga con la mentira de que Junts per Catalunya ofreció al PP exactamente lo mismo que al PSOE para alcanzar la presidencia del Gobierno. Falso. La propia portavoz de Junts, Míriam Nogueras, lo expuso en el Congreso, cuando entre los motivos para negar su apoyo a Feijóo citó el respaldo de Vox. Como sucede con el PNV, Junts jamás apoyará un gobierno intoxicado de manera tan evidente por la extrema derecha. En el pasado, en tiempos de Aznar, al menos esas dosis de fascismo se diluían con el resto de derecha bajo el paraguas del PP, pero ahora, destilada su pureza, hacen la atmósfera irrespirable.
No es sólo que Nogueras desmonte las mentiras de Bendodo, es que su propio presidente del PP, Feijóo, también lo ha hecho, pues durante la sesión de investidura que convirtió en moción de censura admitió a la prensa que las propuestas condicionadas de los independentistas las conocía de segunda mano, es decir, a través de lo que éstos contaban en los medios de comunicación. A pesar de tales evidencias y, obviamente, con el beneplácito de Feijóo, Bendodo continúa contaminado el clima con embustes.
Retorcer la realidad es otra de las especialidades de este sicario dialéctico. Una y otra vez reclama al PSOE que desvele sus negociaciones sobre una amnistía del procés con los partidos independentistas y vende la idea de que Pedro Sánchez está dispuesto a lo que sea con tal de aferrarse a La Moncloa. En realidad, a estas horas Sánchez ni siquiera ha sido designado candidato a la investidura. Será entonces y no antes cuando, durante la sesión que le somete a la aprobación del Congreso, tendrá que dar todas las explicaciones oportunas.
Adelantar los tiempos, como ha hecho el PP y Bendodo ha amplificado, evidencia la ausencia de proyecto político de los populares, que en lugar de plasmar medidas concretas dedicó la semana pasada a agraviar a quienes no pactan con ellos y a cargar, no ya contra el PSOE, sino contra Sánchez. La batería de vaguedades que Feijóo llama programa, con anuncios tan irrisorios como el delito de deslealtad institucional por el que ahora mismo sería juzgado el propio PP, dieron la sensación de lo acomodados que ya están los de Génova 13 en la oposición.
Ni es el tiempo para que las fuerzas progresistas desvelen sus negociaciones, ni el posible nuevo Gobierno de coalición quiere mantener el poder a toda costa a cualquier precio. Cualquier concesión o medida de gracia que pudiera aceptar un posible gobierno PSOE-Sumar no se encamina a mantener el poder, sino a seguir extendiendo la agenda progresista que se inició en la pasada legislatura y que ha conducido a España a ser uno de los países mejor posicionados en el actual clima macroeconómico. En esa agenda, claro está, se encuentra la cuestión territorial que, aunque el PP rechace reconocerlo, trasciende a Catalunya; se trata de un desafío que ha de afrontar España en su conjunto.
Escuchar al PP reclamar un mayor respeto institucional y un parlamentarismo más honesto es incompatible cuando mantiene en su primera fila a sicarios políticos como Bendodo. El malagueño empobrece nuestra política y, con ello, nuestra misma democracia, lo que irremediablemente lleva al desencanto, a la desafección y, por qué no decirlo, a las hinchadas partidistas que se mueven donde dicta el mastín de turno.