Posos de anarquía

Israel convierte Gaza en su coto de caza

Daños en las calles de la ciudad de Gaza, después de un ataque aéreo israelí dirigido al Banco Nacional. -MOHAMMED TALATENE / Europa Press
Daños en las calles de la ciudad de Gaza, después de un ataque aéreo israelí dirigido al Banco Nacional el 8 de octubre de 2023. -MOHAMMED TALATENE / Europa Press

La muerte de vidas inocentes siempre es terrible, condenable. Precisamente por este motivo sorprende el silencio histórico de EEUU y Europa ante la vulneración de derechos humanos de Israel contra el pueblo palestino. De vuelta una guerra que nunca se fue, todas las condenas de los dirigentes internacionales de ambos continentes se dirigen a Hamás, diana en la que se centra toda la narrativa para seguir manteniendo a Israel en una odiosa impunidad.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu destila un odio visceral contra el pueblo palestino, una aversión tan intensa que le ha llevado a sumirlo en un asfixiante apartheid camino del genocidio. Las vidas humanas perdidas no son lo que más enfurece a Netanyahu, que además está más cuestionado internamente que nunca por sus políticas autoritarias, es el modo en que la inteligencia israelí, una de las más avanzadas del mundo, ha quedado en ridículo. Nadie se explica que ni el Shabak ni el Mosad, las agencias de espionaje interior y exterior, respectivamente, no fueran capaces de anticipar ni la ofensiva masiva de Hamás con proyectiles y drones ni tampoco la infiltración en Israel de milicias palestinas. El ridículo ha sido mayúsculo, dejando en evidencia a la Inteligencia israelí.

El odio contra el pueblo palestino, acrecentado por el escarnio a sus servicios de espionaje, ha derivado en una contraofensiva que no duda en atacar indiscriminadamente objetivos civiles. La Franja de Gaza es un coto de caza para Israel, una extensión con una densidad de alrededor de 6.000 habitantes por kilómetro cuadrado, sin refugios antiaéreos, sin medios defensivos y que lleva décadas cercado por tierra, mar y aire, imposibilitando su huida. Escuchar a Netanyahu pedir a la población palestina que abandone sus hogares antes de los ataques resulta de un cinismo supino, porque Israel los tiene cercados. A efectos prácticos es lo más parecido a un cazador con metralleta en un cercado con superpoblación de conejos. Así de crudo, así de terrible, lo que todavía puede ser aún peor si, como parecen ser las intenciones de Netanyahu, Israel realiza una incursión por tierra en dos días.

La incapacidad de la Inteligencia israelí contrasta con la efectividad de la propaganda del país, que no ha tardado en activar todos sus resortes para culpabilizar al pueblo palestino, que en realidad es la víctima. Esta oleada de manipulación es visible en la órbita internacional, pero también nacional, con una derecha desatada y alineada con las prácticas asesinas de Israel. La manera en que se obvia cómo Israel lleva años destruyendo las casas de la población palestina, cómo les priva de los bienes y servicios más esenciales, cómo hormigona sus acuíferos para impedir una economía de autoabastecimiento agrario... es insultante. El asesinato de periodistas que cubren tales aberraciones tampoco ha hecho que Occidente se agite, que ahora ve cómo Israel bombardea Torre Palestina, desde donde tantas conexiones ha realizado la prensa desplazada hasta Gaza. Todo eso ahora no importa a quienes se erigen como defensores de Israel y, al obviarlo, se convierten automáticamente en cómplices.


La lucha del pueblo palestino y del pueblo saharaui tienen muchas cosas en común, porque ambos llevan décadas combatiendo a dos enemigos: la fuerza invasora (Israel y Marruecos) y, al mismo tiempo, el silencio de la Comunidad Internacional, que prima sus intereses económicos y geopolíticos por encima de las vidas humanas. Ese silencio cómplice que ahora observamos amplificado sin condena de la matanza que está cometiendo Israel es determinante en la consecución de los hechos. Quienes callan y toman partido por Israel no son tan distintos de Bielorrusia o Irán apoyando la invasión de Rusia en Ucrania.

EEUU y Europa son actores de reparto, pero actores al fin y al cabo, tanto en el conflicto del Sáhara Occidental como en el palestino. Ambos han tolerado la violación del Derecho Internacional por parte de Israel, sin criticar sus políticas genocidas contra el pueblo palestino, sin imponer una sola sanción. La mecha ha vuelto a encenderse con una chispa palestina, pero tanto esos filamentos combustibles como la dinamita son israelíes y EEUU y Europa han sido decisivos llevándolos hasta allí.

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