Posos de anarquía

¿Nos ha devuelto la pandemia la conciencia obrera?

¿Nos ha devuelto la pandemia la conciencia obrera?
Un camarero con una bandeja con cervezas, en un bar junto a la Plaza Mayor de Madrid. REUTERS/Juan Medina

Los efectos económicos que ha tenido la pandemia en nuestro país tardarán mucho tiempo en superarse. A pesar del escenario oscuro que se nos aparece, especialmente a quienes huimos de los cantos de sirena de la macroeconomía y vemos la miseria en la microeconomía, todavía podemos aferrarnos al optimismo. Un optimismo que no sólo ha de venir de esas previsiones mayoritarias de mejoría económica a partir de 2022, sino también porque se respira en el ambiente que algo ha cambiado, que pese a los millones de personas desempleadas, cada vez resulta más complejo explotarlas.

¿Nos ha devuelto la pandemia la conciencia obrera? Quizás sí. No ha sido un regalo o, si lo ha sido, desde luego no estaba exento de ponzoña, porque para darnos cuenta de ello ha sido necesario que muchas personas se quedaran fuera del escudo social al no cotizar. Eso podría haberse acabado; vamos a regalarnos ese pensamiento, ese deseo, aferrados a realidades vividas este verano, como la dificultad para contratar personal en la hostelería.

Mientras algunos medios se empeñan en identificar como causa de este déficit de trabajadoras y trabajadores el miedo al contagio por tratarse de empleos de cara al público, lo cierto es que muchas personas han puesto pie en pared y se han plantado ante la precariedad que acostumbra a ofrecer cierto empresariado.

Comienza a extenderse el sentimiento de hartazgo, de mirar a los ojos al hostelero de turno y decirle basta de los pagos en B, de trabajar sin contrato, de horarios de 14 horas con un día libre por 600 euros. Si ha de mostrarse alguien vulnerable ante las cámaras, como hemos visto este verano, ese ha de ser el explotador y no el explotado, aunque encontremos programas en los que se enmascara esta realidad entrevistando a algún hostelero que culpa de la falta de personal a los subsidios mientras ocultan que dicho empresario ya fue acusado de explotación laboral. Qué cosas.

Estos nuevos soplos de aire fresco, de conciencia obrera que trae una renovada rebelión contra la precariedad ha de calar desde las personas explotadas hasta las consumidoras. La permeabilidad de esta lucha por un trabajo digno se consigue con gestos como el que están llevando a cabo las kellys, tan guerreras como siempre, empeñadas en montar una página web en la que se identifiquen los hoteles justos para que las personas se alojen en ellos y prescindan de aquellos en los que se continúa explotando a las camareras de piso.

Dentro del optimismo que destila esta columna, uno quisiera pensar que en este reestablecimiento de la conciencia obrera también tiene que ver el cambio que se ha vivido en nuestro gobierno. Desde la óptica de la persona explotada, ver cómo nuestros gobernantes mueven ficha en lo social es clave; contemplar cómo se inician desde el Ejecutivo medidas inéditas como el Ingreso Mínimo Vital o los acuerdos sin precedentes entre gobierno, CEOE y sindicatos es motivante... como ilusionante ha de ser cómo desde el ministerio de Trabajo se intensifican las inspecciones para garantizar el bienestar de la clase trabajadora, cómo se aprueban leyes como la que afecta a los riders, cómo la ministra Yolanda Díaz lucha dentro del mismo gobierno por la subida del Salario Mínimo Interprofesional.

Quedando mucho camino por recorrer, como prueba la derogación pendiente de la reforma laboral, por primera vez desde hace mucho tiempo la clase obrera siente que el gobierno la defiende y no la ataca y eso da alas a la rebelión contra el explotador.  Rizando el rizo del optimismo, en este afán por exprimir todo lo bueno de lo que aparentemente no lo es, ¿sabremos aprovechar el cierre masivo de tiendas de Inditex y H&M para recuperar la identidad de nuestras ciudades, condenadas a las fotocopias de calles sembradas de franquicias que generan más precariedad?

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