Posos de anarquía

Ni purgas, ni odio tras el cese de Pérez de los Cobos

Ni purgas, ni odio tras el cese de Pérez de los Cobos
El coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos. EFE/Mariscal/Archivo

El veredicto de la Sección Quinta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional cayó ayer como un jarro de agua fría para la oposición. La sentencia avala el despido de coronel Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid por parte del ministerio del Interior; lo hace, además, unánimemente, porque los cinco magistrados consideran que el despido estuvo suficientemente motivado y que, "habiendo quebrado la confianza, no tiene sentido la declaración de reincorporación al destino". PP, Cs y Vox enmudecieron, parapetados en una sesión de control dominada por la mesa de diálogo en Catalunya y las medidas para atajar la subida de la luz.

Hace unos pocos meses, Pablo Casado (PP) acusaba a Pedro Sánchez de "purgas" en la Guardia Civil y exigía la dimisión o el cese inmediato del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Santiago Abascal (Vox) se sumaba a la tesis popular, hablando de "purgas antidemocráticas", mientras su secuaz Macarena Olona afirmaba que "la realidad que esconde la destitución del coronel Pérez de los Cobos [...] es que usted odia profundamente a la Guardia Civil". Desde la bancada de Cs, Inés Arrimadas no se cortaba y sostenía que Marlaska debía dimitir porque "España no merece un ministro como él".

Ayer, en cambio, callaron. No busquen siquiera tuits sobre la sentencia que confirma que el despido de Pérez de los Cobos fue legal. No lo encontrarán y retrata a esta oposición como una panda de charlatanes que, en lugar de hacer política, se limitan a refriegas políticas de patio escolar. Ni sus discursos son elaborados, ni ponen el acento en lo importante, ni cuentan con propuestas serias, ni son consecuentes con sus errores y rectifican. Sencillamente, no parecen aptos para el puesto, no digamos ya para gobernar un país.

Por otro lado, Pérez Cobos seguramente recurra al Tribunal Supremo, incapaz de asumir que era un cargo de confianza y, como tal, la confianza depositada en él tenía más peso en su fichaje que sus méritos profesionales. Dicho de otro modo, dado su cargo a dedo, si la motivación de ese nombramiento se esfuma, su cargo también.

Ya no es sólo que se produjeran determinadas filtraciones a la prensa de una investigación en curso y no se informara al respecto, sino que bajo su mando la Guardia Civil elaboró informes con testimonios manipuladosy obviando intencionadamente información relevante. Como ya apunté entonces, quien debería haber dimitido en lugar de ser cesado era, precisamente, Pérez de los Cobos. No lo encajó él y mucho menos la derecha, que hoy esconde la cabeza, se traga la lengua y es incapaz de reconocer que buena parte de su oposición se levanta sobre la mentira y la manipulación.

La sentencia de la Audiencia Nacional debería ser un aviso para los miles de cargos de confianza que se ganan su sueldo tras haber sido designados a dedo en toda suerte de Administraciones Públicas, sin concurrir a un proceso de selección en base a méritos e idoneidad. Del mismo modo que cuando son fichados por el libre albedrío de alguien, también pueden ser despedidos por ese mismo arbitrio y avalar tal despido en algo tan poco mesurable como la confianza. Quizás por ello, volvemos a la génesis del problema: no deberían existir los cargos de confianza, menos aún con un funcionariado tan potente como el español. Claro, que todos pasan por el aro, porque incluso los de la nueva política, los de Inés Arrimadas que fueron quienes llegaron despotricando de los cargos de confianza, en cuanto abrazan el poder, quieren los suyos propios. Ese es el nivel.

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