La campaña electoral más compleja en Andalucía era la de Ciudadanos (Cs). El partido naranja estaba muerto antes incluso de la pegada de carteles y su candidato, Juan Marín, desfilaba por los mítines y debates como un zombi que aún no es consciente de su condición, aunque quienes lo rodean huyen despavoridos. Tras sus pésimos resultados, el pasado lunes dimitía Marín, visiblemente emocionado, y tan poco arropado por su partido como lo ha estado durante la campaña. El barco se hunde y quienes llevaban el timón hace tiempo que huyeron a tierra firme.
Con todas las encuestas en contra, los partidos de izquierda tenían ante sí una campaña electoral compleja. Sin embargo, por muy empinada que les resultara la pendiente, era un delicioso paseo por el monte comparado con la travesía por el desierto que ha tenido que vivir Marín. El candidato de Cs no sólo tenía aún más en contra los sondeos sino que, a diferencia de la izquierda, no podía lanzar la menor crítica hacia quien terminaría merendándoselo, el PP. Los motivos son obvios: en primer lugar continuaba siendo su pareja de baile en el gobierno y, en segundo, dependía de él para seguir bailando tras el 19 de junio.
Así las cosas, Marín centró su campaña en lanzar un grito desesperado al electorado de "¡estoy aquí!", pero estaba demasiado enterrado bajo los escombros de Cs y nadie lo escuchó. Nadie, como demuestra la pérdida de 21 escaños, quedando sin representación, con más de medio millón de votos habiéndose ido mayoritariamente al PP.
Y eso debe de ser lo más doloroso para Marín, que no siente reconocida su labor por el pueblo andaluz. Pese a que Ciudadanos contaba únicamente con cuatro escaños menos que el PP en la pasada legislatura y aunque la formación naranja ostentó cinco consejerías de peso como Regeneración democrática, Justicia y Turismo -por el propio Marín, junto a la vicepresidencia-; Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación; Economía, Innovación y Universidad; Empleo y Emprendimiento; y Educación y Deportes, su paso por San Telmo se ha borrado de la memoria andaluza.
Marín se empeñó en destacar lo que a sus ojos eran éxitos de las consejerías que había ostentado su formación, pero no le sirvió de nada. Juan Manuel Moreno (PP) también lo hacía, colgándose las medallas y luciéndolas mucho más que él, hasta el punto de que el electorado terminó otorgándole el mérito al popular. De toda Andalucía y sus 785 municipios, únicamente en los jienenses de Porcuna y Aldeaquemada votaron decididamente por Ciudadanos, siendo la fuerza más votada. El resto, mayoritariamente, se tiñó de azul.
"No sé qué he hecho mal para un castigo tan duro", se lamentaba ayer Marín. Probablemente, ser leal a su socio de gobierno, cuando éste no lo fue ni siquiera a la hora de convocar elecciones. Durante toda la legislatura, Marín ha huido de las estridencias, abrazando la estabilidad del gobierno, sin generar divisiones internas. Este hecho ha terminado por haciéndole aparecer como escudero de Moreno, cuando en realidad era su par. Ese fue su error, no reivindicar lo suficiente su presencia y la de su partido; y su mal, contar con una dirección en Madrid absolutamente desnortada, con una Inés Arrimadas evidenciando cuán grande le queda el puesto, como previamente le había sucedido a Albert Rivera. Marín avaló a ambos en su día y éstos se lo han pagado como Moreno.
Mientras Moreno manejaba el calendario electoral a su antojo, Marín agachaba la cabeza, sin dar un golpe en la mesa, sin hacer ver al pueblo andaluz cuál de los dos pensaba más en su partido y quién en Andalucía o, al menos, en la Andalucía que su pensamiento neoliberal le dictaba. La narrativa de Moreno ha canibalizado a la de Marín que, con el coste personal que le ha supuesto la política, ve perdido hasta su reconocimiento, no sólo por la ciudadanía, sino por su propia formación.
La ausencia de Arrimadas en la noche electoral, viendo desde Madrid cómo su gran bastión se consumía hasta las cenizas, delata su calaña. El partido se extingue, con nuevos zombis como la vicealcaldesa Begoña Villacís en el ayuntamiento de Madrid, que correrá la misma suerte que Marín. A estas alturas, Toni Cantó andará pensando que "ojalá normalicemos lo antes posible la desaparición de Ciudadanos, porque es buena para España". Se nota que un día fue un peso pesado de ese partido y ya está en tierra firme... o eso cree.