Punto de Fisión

La ruleta de Draghi

Sorprende que un instrumento tan complejo como el Banco Central Europeo esté en manos de un piernas, un botarate profesional como Mario Draghi, que es un señor a quien nadie con dos dedos de frente confiaría ni el cuidado de un retrete público, no digamos ya nuestros ahorros. Decía el recientemente fallecido Gore Vidal que cuando trabajó como guionista en Calígula le horrorizó descubrir al frente de un proyecto multimillonario a un inútil monumental llamado Tinto Brass, cuya trayectoria posterior se ha circunscrito básicamente a filmar tetas y culos. "En un mundo coherente" decía Gore "aquel hombre debería estar limpiando escaparates en Milán y, sin embargo, ahí estaba, malgastando un presupuesto ingente y dando instrucciones a sir John Gielgud".

En el mundo del cine, Tinto Brass no tardó en ocupar su lugar como proveedor de material para pajilleros, pero la política es otra historia, más aún la política europea, el lodazal perfecto para que medren burócratas de nacimiento como Monti, ese espantajo que dirige los destinos de Italia sin el voto de un solo italiano. Draghi es peor todavía porque, aparte de mediocre y de promocionado a dedo, fue quien ayudó a ocultar el monto de la deuda griega, entre otros desastres. Para agradecerle los servicios prestados, el dinero decidió ascenderle a ese prestigioso club de cabezas parlantes que dirige Europa rumbo al naufragio. Monti, Draghi, Van Rompuy y todas las demás estrellas del parlamento europeo son como los marines: están ahí para salvar la democracia, no para practicarla.

Hace un par de semanas Draghi dijo públicamente que el Banco Central Europeo no se había creado para auxiliar a ningún país de Europa, declaraciones chistosas que provocaron el desconcierto primero y el pánico después. Fue como si Draghi lanzara la bolita a rodar (hagan juego, cabrones) y luego detuviera la ruleta en el momento en que le dio la gana. La prima de riesgo española se elevó por encima de los 600 puntos y para cuando Draghi se retractó, una semana después, un montón de empresas habían sucumbido por el camino, un montón de valores financieros habían cambiado de manos, un montón de gente se encontraba en la ruina y un puñado de ricos se habían hecho más ricos. Todo gracias a la bocaza de un funcionario reptiliano a quien nadie, repito, nadie en sus cabales confiaría ni la limpieza de un retrete.

La economía europea ha evolucionado hasta un casino trucado propiedad de unos cuantos cuatreros sin escrúpulos. Sí, nos han tangado otra vez con el cuento del libre mercado, cuando el mercado nunca fue menos libre que ahora que su libertad depende de lo primero que diga un comemierda. Ciertamente, el naufragio es inminente: está escrito no sólo en el calendario maya sino en las mismas estructuras de la Unión Europea y en la fisonomía criminal de esta cuadrilla de contables. Lo que se suele olvidar es que en medio de un naufragio siempre hay alguien que hace negocio y que unos cuantos cangrejos vivieron como reyes gracias a los restos del Titanic.

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