Punto de Fisión

Mario Conde Draco

No puedo evitarlo, cada vez que veo a Mario Conde me acuerdo del Conde Draco, aquel entrañable monigote de Barrio Sésamo engominado hasta las cejas y que nos enseñaba a los niños a contar con los dedos. Aparte del nombre, la gomina y el vicio por los números, ambos llevan gafas, penúltimo detalle que ha venido a confundir a los dos personajes hasta el punto de que algunos analistas políticos ya se preguntan si no serán el mismo. Si Mario Conde se dejase perilla no nos quedaría más remedio que admitir que sí, que lleva otro agujero en la espalda.

El Conde Draco y el Conde Mario también comparten otra afición: la pedagogía. Los dos sueltan discursos al personal para enseñarles la verdad de la vida: contar naranjas, contar billetes, contar mentiras; todo masticadito en discursos no muy elaborados ni muy trabajosos, ya que ambos se dirigen a una audiencia con una edad mental de tres años. Bueno, a decir verdad, al Conde Draco a veces se le va un poco la mano.

Del Conde Draco sabemos muy poco, que vive en un castillo, suponemos que en Transilvania, y que tiene acento rumano; del Conde Mario, en cambio, lo sabemos casi todo, aunque, la verdad, preferiríamos que fuese al revés. El Conde Mario fue investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense en una ceremonia espectacular a la que acudió hasta su amigo el rey Juan Carlos y muchos todavía nos preguntamos por qué. No por qué acudió el rey, que eso estaba claro, sino cuál era el mérito de aquel señor que se peinaba a la plancha y no hacía más que guardar dinero ajeno. Nos preguntábamos también, sobre todo, dónde estaba el honor en todo aquel asunto de usureros. Porque, por aquellos mismos años, la Universidad Autónoma de Madrid nombró doctor honoris causa a Penderecki y a la ceremonia sólo acudieron cuatro gatos, incluido yo. El rey Juan Carlos no fue, claro, porque Penderecki no era más que un musiquillo, uno de los mayores compositores del siglo, no un gran teórico del pelotazo. Y además era calvo, no sabía contar y tampoco cazaba conejos.

Luego el Conde Mario fue nombrado reo honoris causa por estafa y apropiación indebida por la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo lo coronó en Alcalá Meco. Los 600 millones que desaparecieron del Banesto no han aparecido todavía, quizá todavía los esté contando el Conde Draco peseta a peseta.

Ahora al Conde Mario ya le cansa mucho lo de pegar la hebra para el público infantil y ha decidido dedicarse a la política. Total, como muchos políticos empiezan cogiendo votos propios y luego cogiendo dinero ajeno, él ya tiene la mitad del trabajo hecho. Sólo le falta presentarse mientras el otro Conde, el Draco, se encarga de ir contando los votos.

 

 

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