Punto de Fisión

De Guindos se cae del guindo

 

No sabemos si ha olvidado tomar la medicación o si ha sufrido un derrame cerebral, pero de repente Luis de Guindos ha tomado contacto con la realidad y ha caído en la cuenta de que España no sólo es un país con unas desigualdades salariales tremendas sino que encima él es el ministro de Economía desde hace casi un año, tócate los cojones, se lo podían haber dicho antes. Que resulta que en España los grandes consejeros y directivos cobran lo mismo o más que sus homólogos alemanes mientras que el sueldo mínimo es más bien tirando a marroquí. Es lo que pasa cuando un país se encuentra entre Europa y África, que la economía ansía subir hacia el norte pero la pobre se resbala y tiende a bajar hacia el sur. Es muy difícil luchar contra la ley de la gravedad, aunque al menos el ministro acaba de identificar el problema al estilo de Isaac Newton: en cuanto el guindo le ha caído en la cabeza.

La realidad es esa cosa enorme y esquiva sobre la que intenta gobernar el PP (otros a la realidad prefieren llamarla España, es igual), el caso es que don Mariano lleva meses explorando y cartografiando la realidad, igual que un ciego palpando el muro de tinieblas que se extienden a lo lejos, más allá de Génova, por esas calles oscuras donde caminan los pobres. Es como un Stanley compostelano internándose por una asfixiante selva de cifras mientras va preguntando todo el rato: "La realidad, supongo. O no". Un capitán Ahab que cojea por la cubierta de un barco que hace aguas, a punto de arponear a la temida ballena blanca de la crisis mundial, ese cetáceo infernal que antes se llamaba Zapatero y ahora Moby Dick.

Al timón ha puesto a De Guindos, que es un oficial experto en tempestades con un impresionante historial de naufragios en su hoja de servicios. Don Mariano estuvo dudando si reclutar para ministro al capitán Schetino pero al final, entre el naufragio del Costa Concordia y el de Lehman Brothers no había color. Hace falta al frente de la nave un tipo con un par, que no le tiemble el pulso cuando haya que lanzarse derechitos a por el iceberg. A De Guindos se le ven las manos firmes y la mandíbula prieta, le cruje hasta en las fotos, quizá para irse haciendo a la idea del topetazo final.

Parece ser que el dato definitivo, el que ha acabado por abrirle los ojos al ministro y le ha sacado de sus casillas, es la tristeza de Cristiano Ronaldo, que ya ni siquiera celebra los goles, pobre hombre. No hay derecho a que un honrado trabajador del balompié gane tan poco. Menos mal que en seguida le han explicado que es portugués.

 

 

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