Punto de Fisión

Robos ejemplares

 

Según el electricista de la catedral de Compostela, el deán le encargó el robo del Códice Calixtino por motivos publicitarios, una excusa poco convincente que la policía ha tomado a chacota. Sin embargo es una teoría que no debería descartarse tan a la ligera, teniendo en cuenta que antes de la conversión milagrosa del Ecce Homo en el Señor Patata, a la iglesia de Borja no iba ni Dios, como quien dice. Fue la insistencia eclesiástica en encargarle la restauración a una aficionada a los trabajos manuales la que ha elevado el antaño desértico templo en un epicentro de peregrinación artística.

Lo del robo del Códice es distinto: no le pidieron al chispas que mejorara el original, de eso ya se había encargado algún clérigo haciendo anotaciones a bolígrafo en el margen sobre la compra del pan, las velas que faltaban y cosas así. Total, antes del robo, el Códice no lo leía ni Dios, como quien dice. Pero lo cierto es que muchos de los grandes museos del mundo se han fundado gracias al arte del latrocinio. El British Museum es el ejemplo más ilustre y descarado: las mejores salas se saquearon directamente desde Mesopotamia y Egipto hasta el punto de que no se llevaron a cuestas la pirámide de Keops porque no supieron cómo. Tal vez, a falta de hooligans, en la catedral de Compostela decidieron expropiarse a sí mismos, organizar un pequeño hurto de nada para llamar la atención de la prensa y luego, cuando el jaleo ya hubiera pasado, sacar el Códice del cubo de la fregona y atribuir el hallazgo a un milagro. No sería la primera vez, lo que pasa es que todo salió mal porque robar no es tan fácil como parece.

El problema es que no le encargaron la tarea a un profesional sino a un pobre hombre especializado en rascar calderilla del cepillo. Una joya como el Códice necesitaba del toque de un experto en grandes transacciones, uno de esos imputados que fulminan un patrimonio en lo que tarda uno en probarse un traje. Al final la policía va a tener razón; no puede ser verdad que la Iglesia, tan cuidadosa en según qué asuntos, confiara en un par de ancianos de dedos flojos para montar sendas operaciones de marketing publicitario en pleno agosto. Aparte de playas destrozadas, paellas fósiles y mamíferos atormentados, en España hay todo un negocio turístico por explotar: la industria del robo a gran escala. Habría que promocionar el expolio de Bankia, el caso Gürtel, los aeropuertos vacantes y los ERES andaluces para que los mafiosos rusos y los banqueros alemanes vayan aprendiendo cómo se hacen las cosas. Urdangarín podría dirigir la visita guiada siempre y cuando no saque las manos de los bolsillos.

 

 

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