Punto de Fisión

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Que no cunda el pánico. Están desmantelando hospitales públicos, mandando laboratorios al desguace y despidiendo a personal médico cuyo coste hemos pagado religiosamente sólo para garantizar la mejora y la calidad del servicio. Lo ha dicho el consejero madrileño de Sanidad, Javier Fernández-Lasquetty en una hilarante rueda de prensa donde sólo le ha faltado extirparse el apéndice en vivo y en directo para demostrar que somos unos quejicas, que, con tres episodios de House y un sencillo curso de primeros auxilios, cualquier patriota está preparado para realizar su propio diagnóstico.

De hecho, todos los españoles guardamos en el botiquín un verdadero arsenal farmacéutico. Esas dos cajas de aspirinas de más sumadas a las visitas innecesarias al galeno, dan como resultado el descojone exacto de las cuentas públicas. A los españoles siempre nos han regañado por automedicarnos pero ahora que se ha dado la vuelta a la tortilla, la autoridad nos asegura que no nos recetamos lo suficiente, que deberíamos meternos más pastillas y, sobre todo, más supositorios, visto que tragamos con todo y por todos los orificios. Habrá víctimas mortales, es verdad, pero en la nueva contabilidad hospitalaria cada muerto es un éxito seguro.

Ya lo hemos dicho aunque quizá no bastante alto: la Sanidad española es un negocio deficitario porque hay demasiados profesionales y demasiado buenos, y además los pacientes no se mueren lo bastante deprisa. Hay gente pesadísima que ocupa una cama de hospital durante meses indecisa entre la defunción y el alta definitiva; hay desconsiderados que siguen yendo a diálisis como si fuesen a vivir para siempre; hay enfermos de cáncer que están repitiendo dosis de quimioterapia sin pensar, los muy egoístas, que con el dinero que malgastamos en su agonía unos cuantos filántropos podrían construirnos otro aeropuerto en Ciudad Real para hacer juego con el viejo y otro en Castellón por si los nietecitos de Fabra se aburren de pasear por el del abuelo.

Cuando no quede ni un triste médico de pueblo disponible y todo el personal sanitario del país haya emigrado al extranjero o trabaje para la sanidad privada, en serias y solventes empresas familiares, entonces el negocio de la salud en España será perfecto y las cuentas estarán por fin cuadradas. Cuadradas en cajas de pino, como aquel estanquero previsor que montó una funeraria al lado del estanco y que cuando perdía un cliente ganaba otro. Creíamos que lo que nos descontaban del sueldo era por la salud y resulta que nos estábamos pagando el entierro. Desde esta perspectiva fúnebre se entienden mucho mejor la mantilla de luto de Cospedal, la pinta de sepultureros que gastan de Mariano a Wert y las siglas de la Seguridad Social, que por algo son S.S.

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