Punto de Fisión

Vuelta a la anormalidad

Llegó por fin la hora de desmontar el belén, usar el río de papel plata para envolver polvorones revenidos, enviar las figuritas a su exilio en la caja de zapatos, ir despojando el abeto para reciclarlo como leña, acordonar el turrón sobrante en una bandeja de seguridad que suele permanecer incólume a las estaciones, a veces hasta la llegada del verano y, si no hay más remedio, hasta la siguiente navidad donde el turrón –pueden jurarlo– será más duro que nunca. Se acabó la mascarada del cristianismo doméstico, el mazapán de los abrazos familiares, los deseos de buena voluntad, los gastos excesivos, los regalos superfluos, la tregua y las sonrisas: todo debe volver a la anormalidad.

Con o sin la excusa teológica, esas tres aberrantes semanas deberían durar siempre pero entonces la fiesta se alargaría todo el año y de qué iban a vivir los psiquiatras y los fabricantes de armas. Todo el mundo vuelve a casa por navidad, incluso algunos delincuentes, sobre todo si tienen el carné del PP, como Carromero, el angelito a todo riesgo al que podrían envíar a Afganistán a conducir un tanque y no iba a dejar sanos ni a talibanes ni a soldados de la OTAN, depende cuántos árboles le estorben. Incluso cuatro mossos acusados de torturas regresaron a casa por cortesía de Gallardón, ese justiciero que dio su palabra de honor de revisar el caso Reboredo, quien se ha tomado las uvas en el trullo. Lo que pasa es que Reboredo es sólo un tóxicomano rehabilitado y Gallardón no va a perder el tiempo por esa minucia; el indulto es para delitos como Dios manda, torturas policiales, homicidios al volante, cosas así.

Los reyes magos se le adelantaron a Rato y le regalaron un trono en Telefónica, a ver si la deja igual que Bankia y las próximas navidades tenemos que felicitarnos por tam-tam. En Telefónica han cambiado a Urdangarín por Rato, una metáfora que es casi una metástasis, y no sabemos si este año también le habrá tocado la lotería a Fabra pero lo único seguro es que este año Fabra nos toca otra vez a nosotros: ya se encargó su hija Andrea de felicitarnos las fiestas por adelantado.

Gracias a la crisis y, sobre todo, a una gestión gubernamental que ha convertido la crisis en una catástrofe humanitaria, muchos niños se han enterado este año que los reyes son los padres, aunque sus padres todavía no se coscan de que esa entrañable trinidad folklórica existe de verdad y es mago y es rey y es borbón. Hasta desenterraron a Hermida para inaugurar un nuevo género: la entrevista de ficción, aunque, por las preguntas que le hizo, parecía que estuviera hablando con Froilán. Más que entrevista, lo de Hermida fue una reverencia cortesana con lengua muy parecida a aquel cuento de Les Luthiers que, después de pasar por la censura bananera, quedó así: "Érase una vez (...) y comieron perdices".

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