Punto de Fisión

Montoro imita a Cantinflas

He oído sólo unos minutos de la comparecencia de Montoro en el Congreso aunque por unos momentos pensé que se trataba de otro spot de Campofrío. Al fin y al cabo, tanto el PP como Campofrío se dedican a lo mismo, a vender chorizos. Ambas empresas le ponen mucho humor al asunto. Campofrío homenajeó a Gila en su primera campaña, un año atrás, y ayer Montoro decidió hacer lo propio con Cantinflas. Le faltaron los tirantes, el sombrerito desvaído, los bigotes circunflejos y la ropa de vagabundo, pero por lo demás la imitación fue perfecta. Me parecía estar oyendo a don Mario Moreno en una de esas largas y torrenciales peroratas en las que lo único claro es el espesor.

Montoro dijo que la amnistía fiscal servía para regularizar capital pero que la regularización no borraba ni limpiaba delitos. ¿Cómo lo vio? ¿Ni siquiera el delito de ocultación de datos a la Hacienda Pública? Una amnistía fiscal que al final no amnistia nada es todo un hallazgo semántico, al igual que lo de la regularización que regulariza más bien poco, tal vez porque en España lo regular es ser irregular. Montoro tampoco sobreabundó en el tema los sobres aunque sobres había de sobra y sobraban las palabras. Prefirió sobreseer el asunto de los sobresueldos, ya que con Bárcenas iba sobrado. Tengo que parar porque se me está contagiando el estilo.

Cuando sacó la historia de Bárcenas, el monólogo de Montoro ya había entrado por derecho propio en los anales del humor. No tanto en el humor como en los anales, ya que el Congreso español casi siempre ha ido de culo. Según Montoro, Bárcenas no estaba en la lista de amnistiados fiscales de Hacienda, ni tampoco en el PP, ni probablemente en ningún sitio. Al final va a resultar que Bárcenas era un tesorero cuántico, de ésos que si sabes dónde está no sabes de qué despacho viene, y si sabes de qué despacho venía no sabes a qué juzgado irá. El principio de indeterminación de Heisenberg determina que había 22 millones en Suiza pero vaya usted a saber cómo habían llegado hasta ahí. En Génova y alrededores, los sobres ni se crean ni se destruyen: sólo cambian de manos. ¿Cómo lo vio?

Antes o después, Montoro se refirió a otro personaje cuántico que le había pedido explicaciones y que, inexplicablemente, no se encontraba allí, viendo el espectáculo. Por más que se le buscaba, en las sillas, entre las cortinas, Rubalcaba no apareció. Yo creo que no miraron bien. O se había disfrazado de Bárcenas o se había metido en un sobre para enviarse a sí mismo a Suiza a investigar los misterios del correo postal. Como decía Cantinflas: lo que es la falta de ignorancia.

 

 

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