Punto de Fisión

Que venga Chicote

Hay una frase atribuida, como siempre, a Churchill (autor al que también atribuyeron un premio Nobel) que resume muy bien el actual estado de la nación. Se dice que Churchill discutía con un representante del gobierno irlandés y le soltó, ya un poco harto: "Nuestra situación es seria pero no desesperada. En cambio, la vuestra es desesperada pero no seria".

La frase viene a resumir muy bien no sólo la espantosa gestión del gobierno popular sino también la de los últimos años de zapaterismo y su ridículo trasiego de brotes verdes, ya que, como he escrito alguna vez, el PP no es más que la continuación del PSOE por otros medios. No sabemos qué habría sucedido si Mariano se hubiera puesto a aplicar un programa que a los cinco minutos de ganar las elecciones se convirtió en ciencia-ficción, pero lo cierto es que el país aparece sumido en una catástrofe sin precedentes. Mariano ya ha hecho suyo el discurso glorioso de aquel líder africano un poquito lerdo: "Compatriotas, nuestro país estaba al borde del abismo, pero entonces llegué yo al poder y dimos un gran paso adelante".

De arriba abajo y de izquierda a derecha, desde el Jefe del Estado a la penúltima mujer que se ha pegado fuego en una sede bancaria, España es un paciente en estado terminal. La Casa Real está tan horadada por las termitas del tráfico de influencias que al final el Hola va a traer de regalo el Financial Times. La oposición permanece en coma etílico, salpicada por sus propios escándalos, con un líder obsoleto que intenta renovar a cada poco la pasarela Cibeles del socialismo, como si no hubiéramos tenido suficientes Pajines, Chacones y Salgados. Zapatero nos legó no sólo un país hecho una braga sino un partido a su imagen y semejanza, es decir, decapitado de auténticos talentos, repleto de cortesanos y lameculos, mediocre sin remedio.

En cuanto al gobierno y al partido en el poder, las únicas palabras para definirlo se encuentran fuera del diccionario. El PP es un zombi podrido hasta la médula que se mantiene en pie sólo por la secular tradición española de las reliquias, las momias y los caudillos que ganan batallas después de muertos. No asusta la corrupción y sus metástasis, sino la impunidad ante el delito, como si en vez de en España viviéramos en la Roma de Calígula. Corruptelas aparte, el panorama es sencillamente apocalíptico: hospitales desmantelados, escuelas diezmadas, administraciones amorfas, gente desahuciada que se tira por las ventanas y se quema a lo bonzo. Estamos sólo a un paso de que el próximo suicida se ate un pañuelo de kamikaze a la frente y se lleve a un banquero por delante.

Somos un país dirigido por una pantalla plana, igual que la dictadura oligofrénica de El dormilón de Woody Allen. Ya no confiamos en los políticos y la impresión general es que los jueces son nuestra última bala. En la sien. O eso o que Chicote dé un golpe de estado y se ponga a limpiar la cocina de mierda.

 

 

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