Punto de Fisión

Montorete

Nadie me hizo mucho caso cuando advertí, allá por el verano pasado, que el ministro Montoro es un tipo mucho más peligroso de lo que aparenta, que debajo de su pinta meliflua y monaguilla se esconde uno de esos secundarios atroces a lo Joe Pesci, un Nicky Montoro de ésos que sacan la libreta y subrayan un nombre a la mínima ofensa. Ya se sabe cuán aficionados son en el PP a las libretas.

Sin embargo, en los últimos tiempos, Montoro se ha españolizado, ha abandonado el modelo italiano por el neocalorrismo patrio, esa augusta chulería de arrabal propensa a la patilla, a la amenaza y al usted no sabe con quién está hablando. Cuando un ministro desciende a la más grosera chulería de barrio, a esas insinuaciones en las que hay algunos que yo me sé que no me pagan lo que deben, entonces ya estamos en otra película, esta vez de Eloy de la Iglesia. Más que Montoro, Montorete.

Primero fueron los actores, que es un gremio que joroba un montón porque les hacen mucho la competencia a los políticos, y no tanto porque algunos actores tipo Toni Cantó se lancen al ruedo, sino porque ahora son los políticos quienes se dedican de lleno a la comedia. Después, como el que no quiere la cosa, Montoro amenazó con revisar las cuentas de ciertos periodistas un poco al estilo de Al Capone en Los intocables de Eliot Ness: "Si alguien se mete conmigo, entonces yo me meto con él, y eso no es como mear en la acera". Por último, ya en pleno desparrame de improvisación, como Robert DeNiro ante el espejo, Montorete señaló a la bancada socialista igual que en esas trifulcas callejeras donde los de un barrio quedaban para darse de hostias con los del barrio de enfrente.

Pero hay que señalar, ya que tanto presume de revisar impuestos y declaraciones de Hacienda, que a Montorete no se le ha oído decir ni mu sobre las acojonantes oquedades en las cuentas públicas de Mariano, el jefe de su banda, quien, por lo que parece, rellenaba las casillas de los formularios con típex. Eso por no hablar de los treinta y tantos millones que han brotado misteriosamente en Suiza y que son casi un poema romántico: nadie sabe de quién son ni a dónde van ni de dónde vienen. Bárcenas dice que los ha ganado al mus y que si hay pares, catorce. Por si acaso, ya le ha adelantado al juez que va a florecer otra cuenta más con dieciséis millones en diferido. Me da en la nariz que Montorete se pone chulo con quien puede, pero que no tiene bemoles para toserle a Mariano y mucho menos a Bárcenas, quizá porque en esto de la bravuconería siempre ha habido grados y matices.

 

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