Punto de Fisión

Ajustarse el cinturón

María Dolores de Cospedal y Toni Cantó mantienen un fuerte pulso por ver cuál de los dos suelta la chorrada más gorda. Esta semana aguantaron un duro embate de Pipi Estrada, que a punto estuvo de arrebatarles la corona, pero poco puede hacer un periodista deportivo reconvertido en crítico de noviazgos contra un cómico metido a político y una política metida a Lina Morgan. La diferencia principal es que Toni primero las piensa y luego las dice, mientras que María Dolores primero las dice y luego las piensa.

A Toni nos lo imaginamos toda la noche sin pegar ojo, tecleando en su teléfono móvil, mordiéndose la lengua mientras cavila incansablemente sus paridas. "La inmersión lingüística es como la pederastia" es un pensamiento de ésos que sólo se le ocurren a uno a las cinco de la mañana, después de once cubatas, tres taxis, dos resacas y cuatro peleas a hostias. Y además hay que ser Toni Cantó, un figura, un los Quintero en 140 caracteres.

Pero, reconozcámoslo, poco puede hacer el bueno de Toni frente al ingenio lego de María Dolores. La Cospedal es imbatible. Sus sandeces ni siquiera las prepara, las dice sin pensar, porque si las pensara antes lo mismo no las decía. Nadie puede ensayar un discurso del calibre que se marcó Cospedal sobre el despido de Bárcenas, que, más que un discurso, parecía la letra de un bolero. Y todavía teníamos las orejas temblando con su aguerrida comparación entre el escrache y el nazismo cuando esta semana vuelve a abrir la boca y le caen dos premios Nobel. Uno de La Paz y otro del Ramón y Cajal.

La primera versión de las declaraciones de Cospedal es tan monstruosa que da vergüenza hasta repetirla. Mejor hagamos como que nos la hemos inventado. En cualquier caso, se trata de una falsedad, lo cual, viniendo de quien viene, es prácticamente una denominación de origen. La señora Cospedal ya ha explicado suficientemente que en ningún caso dijo exactamente que los votantes del PP prefirieran comer ladrillos, que se trataba de una simulación de una declaración en diferido. Finalmente la versión definitiva ha quedado más o menos así: "Los votantes del PP se ajustan el cinturón pero sí pagan la hipoteca".

Después de leer una sentencia filosófica de semejante grosor comprendo perfectamente el desaliento de Toni. Porque mira que me esfuerzo día a día en producir frases grotescas, moñigos mentales, chascarrillos, silogismos cínicos, sintagmas a la altura del sainete absurdo en que vivimos, pero con esto no puedo competir. Con claridad cartesiana, doña María Dolores viene a decirnos que los únicos españoles decentes, los que sostienen el país, la deuda hipotecaria y su peineta son los votantes del PP. El resto son unos golfos que se lo gastan todo en putas y en vino, eso cuando no cogen y se arrojan por una ventana, o se queman a lo bonzo, cualquier excusa con tal de no pagar. Los votantes del PP, en cambio, cada vez se ajustan más el cinturón. Algunos, los más desesperados, directamente al cuello.

 

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