Punto de Fisión

Tomar Gibraltar

Lo de tomar Gibraltar está en la agenda no sólo de los gobiernos españoles de cualquier credo y color, sino en la lista de los reyes magos de todos los españolitos de a pie, a poco españolito que se sea. Lo que pasa es que, una cosa por otra, lo vamos dejando, lo vamos dejando y así no hay manera de tomar un peñón ni de tomar un coñac ni de tomar nada de nada. Un español que se precie siempre tiene la invasión de Gibraltar en mente, un poco por delante del propósito de adelgazar y un poco por detrás del partido del domingo, casi a la par que la victoria en Eurovisión, que es como lo de Gibraltar pero en plan artístico.

El peñón está ahí como la vecina del quinto, visible pero inaccesible, gorda pero apetecible, con sus rulos en el pelo y sus bragas mojadas en las cuerdas de tender la ropa, banderas enemigas ondeando al viento. Con Gibraltar los españoles hacemos examen de conciencia y sacamos del baúl de la memoria histórica no sólo al Cid, a don Pelayo y al Gran Capitán, sino al José Luis López Vázquez que todos llevamos dentro. Cuando uno reflexiona en serio y se pregunta para qué molestarse, suele quedarse un momento estupefacto, pero si es español de pura cepa, enseguida reacciona y da con la respuesta exacta: aunque sea para follarse un mono, coño. El agravio gibraltareño es una muesca añadida a los huesos de Atapuerca, un estado carencial, una lasca del ADN peninsular, un gen específicamente hispánico, lo mismo que la eñe, la cual está tomando por asalto esta página. Desde que ganamos el mundial de fútbol sólo nos queda la invasión de Gibraltar para cumplir nuestro destino como nación y extinguirnos a gusto como especie.

Como será de grave la cosa que Mariano ha interrumpido sus vacaciones para hablar por teléfono con Durao Barroso doce minutos, no sabemos si en español, en portugués, en gallego, en inglés por señas, en llanito o en el lenguaje gestual de los simios. Habría estado bien oír la conversación, aunque con un poco de suerte Durao Barroso la ha grabado en el móvil, como hizo Bárcenas con sus mensajes de ánimo: al final nos enteraremos que en realidad fue un diálogo de emoticonos. Un par de emoticonos son suficientes para expresar la angustia mariana ante el dilema gibraltareño y a Cameron, para responder, le basta con enviarle por uasap a Mariano una mierda con la Union Jack.

Lo mismo el presidente se ha explicado mal y ahora a la delegación comunitaria se le va la mano y empieza a controlar la contabilidad falsa del paraíso fiscal de Génova. En cualquier caso, que Mariano haya interrumpido durante doce minutos su bartola gallega y su footing a lo George A. Romero da una idea de la intensidad de su preocupación patriótica. Un poco por delante del propósito de adelgazar y un poco por detrás del partido del domingo.

 

 

Más Noticias