Punto de Fisión

Incompetencia general

Dicen que en democracia un país es el reflejo de sus gobernantes. Yo no estoy seguro de si esto es una democracia, tampoco de si es un país o una empresa de servicios funerarios y taurinos. Ni siquiera sé, y usted tampoco, quiénes y desde dónde nos gobiernan. En cualquier caso, está claro que esos figurines que cortan el bacalao y que cada día nos deleitan con sus ocurrencias fueron votados por un porcentaje muy alto de ciudadanos. Algunos los vieron como la mejor opción, otros como la única, otros como el mal menor y así sucesivamente.

Para responder a la cuestión de cómo alguien pudo creer alguna vez que Mariano podía prescribirse como remedio terapéutico en vez de como enfermedad mortal, basta revisar la entrevista de Ana Pastor al ex presidente Zapatero el pasado domingo, una entrevista tan poco incisiva que estaba hecha con dentadura postiza. A veces parecía una sesión de manicura y otras veces parecía que le estaban retocando el maquillaje. Por lo que dijo y por cómo lo dijo, lo mismo podían haber entrevistado a un gato chino de la suerte, aunque es probable que el gato tuviera más matices.

Cuando nos preguntamos (yo al menos me lo pregunto) cómo gente tan manifiestamente mediocre conduce las riendas, cómo es que no había alternativas mejores en la misma bancada del partido, quizá deberíamos dirigir la mirada más abajo, no ya a las Pajines y las Cospedales, los Solbes y los Montoros, sino directamente en el espejo del lavabo. Ayer recibí al fin un libro que un amigo mío está a punto de editar y que me envió desde la editorial hace dos semanas. Dos semanas, innumerables llamadas telefónicas y tres libros extraviados para traer un paquete por mensajería al centro de Madrid desde una calle también bastante céntrica de la capital, dan la medida de cómo anda el tráfico, el negocio editorial, las ganas de trabajar y la caraja general del país. Le podemos echar la culpa a la crisis pero yo creo que en este caso la crisis no es la causa de nada, sino más bien la consecuencia. Vistas así las cosas, es casi fatal que los españoles traguemos con lo que nos echen. Es normal que la gente, en lugar de echarse a la calle a protestar cuando le están arrancando el futuro a tiras, se dedique a ir al fútbol a chillar o se quede en casa viendo Telecinco.

Lo cierto es que la situación cada vez recuerda más aquel chiste del pistolero chungo que entraba en un bar, golpeando la portezuela, se quedaba observando al personal desde el ala del sombrero y al final gritaba bien alto:

-¡Todos los que están a mi izquierda son unos gilipollas! ¡Todos los que están a mi derecha son unos hijos de puta!

Entonces se levantaba muy despacio uno, sentado a la izquierda, y decía:

-Oiga, amigo. Que yo no soy ningún gilipollas.

-¿No? ¡Pues al grupo de los hijos de puta!

Creo que el pistolero no se equivocaba ni en el reparto geográfico de los adjetivos. 

 

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