Punto de Fisión

Delincuentes reciclados

No acabo de comprender la algarabía que se ha montado en ciertos medios ante la posibilidad de una entrevista a Miguel Ricart, uno de los asesinos de las niñas de Alcasser, sobre todo cuando algunos de esos mismos medios cobijan y fomentan desde hace años el trabajo de ex delincuentes como Mario Conde o Pío Moa. Se suponía que ésa era la labor de la cárcel, la expiación y la redención, la reinserción de los garbanzos negros en el cocido social. Aunque al oír las sucesivas matracas de Conde y de Moa nos cabe la duda de que o se les ha ido la mano con la reinserción o la condena la están cumpliendo los televidentes.

Una diferencia sustancial es que, al menos Moa y Conde se han arrepentido de sus crímenes, aunque no de todos, porque, que yo sepa, todavía no han abjurado de ninguno de los libros que perpetraron. Incluso de cuando en cuando reinciden. A pesar de su nombre beato y trino, Pío Moa era mucho mejor terrorista que historiador, dónde va a parar. Por algo su carrera de escritor dio comienzo en aquellas tertulias literarias del GRAPO, cuando militaba en la extrema izquierda y discutía con sus colegas si era mejor poner una bomba o dos, secuestrar a un policía o pegarle un tiro. Veleidades de la juventud, siempre enredando con problemas de estilo. No me escandalizan los pinitos artísticos del señor Moa, ni su pasado terrorista, ni sus ideas cavernícolas, ni siquiera sus piruetas ideológicas (de joven adoraba a Mao y de mayor a Franco: un tripe mortal de masacre a masacre sin pasar por el medio). Pero sí me escandaliza, y bastante, su prosa de tamborilero. Los lectores que disfrutan con Pío Moa en lugar de disfrutar con Paul Preston ya están maduros para leer a Belén Esteban.

Por eso mismo, porque me parece muy bien que un miembro fundador del GRAPO reconvertido en palmero del franquismo aplauda la fantástica labor de destrucción que hizo el Caudillo, creo que habría que darle una oportunidad a Ricart para que dé en vivo y en directo su versión de los hechos. No porque crea que vaya a decir la verdad ni a echar luz sobre unos asesinatos bastante siniestros. Tampoco creo que sepa nada del paradero de Anglés ni los nombres de otros cómplices o de otros asesinos. No hay ninguna lección esencial que extraer de Ricart, ninguna verdad de última hora, salvo la posibilidad de asomarnos por un momento al interior de su mente y echar un vistazo. Claro que para eso haría falta un periodista con arrestos, un espeleólogo del alma humana y no una Ana Rosa Quintana. Como advertía Nietzsche: "El que lucha con monstruos debe tener cuidado de no convertirse en uno. Y cuando mires mucho tiempo a un abismo recuerda que el abismo te devuelve la mirada". Jules Verne, en Viaje al centro de la Tierra, lo dijo con menos palabras: "Mira y mira bien. Hay que tomar lecciones de abismo".

Más Noticias