Punto de Fisión

Deshágase la luz

Al ministro José Manuel Soria, que es un pokémon de Aznar, no le ha gustado nada, pero lo que se dice nada, la subida de la tarifa eléctrica y ha ordenado una investigación para aclarar si alguien ha metido mano en esta historia. El ministro Soria (que es como si Jose Mari se hubiese dado una vuelta por el Callejón del Gato y luego hubiese salido de allí su reflejo, mientras él se quedaba empantanado en un espejo junto a unos cuantos pelos del bigote) está a punto de iniciar, desde esa realidad paralela en la que viven los ministros, un monólogo de Gila.

Concretamente, aquel en que Gila y un sargento de Scotland Yard descubren a un señor tumbado bocabajo en el suelo y se mosquean porque lleva tres días allí tirado. "No sé, no sé" dice el sargento. "Mucho sueño me parece para un adulto". Entonces llaman al forense, que le pega tres patadas en el costado al cadáver para certificar la defunción: "O está muerto o lo que aguanta el bestia éste". Después Sherlock Holmes aparece por allí y descubre de un solo golpe de lupa que el autor del crimen es Jack el Destripador. Entonces Gila lo acosa mediante el sutil procedimiento de alojarse en su mismo hotel y arrinconarlo mediante indirectas. Se lo cruza en un pasillo y le dice: "Alguien es un asesino". Sube junto a él en el ascensor y suelta: "Alguien ha matado a alguien". Al final Jack, acosado por los remordimientos, se derrumba: "He sido yo, lo confieso. No me torture más".

"Alguien ha manipulado la subasta" murmura Soria, como el que no quiere la cosa, y los presidentes de las compañías eléctricas tragan saliva y se ajustan el nudo de la corbata. "Alguien ha manipulado la tarifa", y los consejeros se ponen a silbar pasodobles para disimular el nerviosismo. La luz es un tema muy serio por lo menos desde la primera página del Génesis. Dios dijo: "Hágase la luz", y el hombre empezó a toquetear los interruptores a lo tonto, despilfarrando energía como alcaldes enloquecidos, empeñados en conseguir que el Edén fuese sede olímpica. Entonces Dios decidió crear los recibos y las centrales eléctricas y le entregó las llaves a unos cuantos homínidos, más espabilados que el resto, para que la tribu no malgastara neciamente los bienes de la creación. Y vio Dios que era bueno y se echó a dormir la siesta. Y hasta hoy.

Si esta explicaciones les parecen una mamarrachada, entonces ya verán cuando oigan la versión oficial del ministro Soria. Los economistas neoliberales, que son unos cachondos, le mangaron a Darwin el concepto de selección natural y lo denominaron "teoría de la mano invisible". La mano invisible, esa brillante hipótesis que regula mágicamente los desaguisados del mercado, no suele funcionar muy bien cuando el mercado, la mano, la luz y los recibos conviven todos en la misma chistera. Vestido de mago, el ministro Soria va a intentar el truco del conejo y, como no ande listo, va a sacar a Aznar ramoneando un contrato de Endesa.

 

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