Punto de Fisión

Lasquetty reciclado

Hace unos días tuve oportunidad de visitar el Hospital Infanta Cristina de Parla, un centro sanitario moderno, coqueto y eficaz que puede presumir de todo excepto de ubicación y de nombre. Respecto a la ubicación hay que decir que pilla un poco a trasmano: el taxista que me llevó hasta allí me iba señalando los montones de terreno intermedio donde, sin alejarse mucho de las afueras de Parla, podían haber levantado el mamotreto en lugar de habérselo llevado al quinto pino. No tenía la menor idea de por qué se había elegido aquel terruño remoto aunque –aquí me guiñó un ojo por el retrovisor– se podía hacer una idea sin dedicar mucho esfuerzo al asunto.

La distancia le iba bien porque así el hombre se saca un dinerillo, pero lo del nombre ya no era tan gracioso. ¿Es que España no ha producido cirujanos, oftalmólogos y médicos famosos para tener que estar todo el santo día haciendo la pelota a los borbones? "También le podían haber dado el nombre de un pintor, un poeta, qué se yo" añadió. "Cualquier cosa antes que esto. ¿Sabe cómo lo llamamos por aquí? El Hospital de la Choriza". En realidad la historia del peloteo llegó a última hora, con tres centros hospitalarios a punto, y el taxista tampoco supo explicarme de dónde vino la broma, pero el caso es que en el Infanta Cristina ya estaban todos los letreros puestos con el nombre original en letras bien gordas: Hospital del Sur. Y entonces, entre los carteles, la pintura, los pelotas, los liberales y demás intermediarios, se fundieron casi cuatrocientos mil euros sólo por cambiar el nombre.

En ésta y en otras excitantes aventuras onomásticas es en lo que derrocha el dinero público la Comunidad de Madrid. A lo mejor en unos meses, si el juez Castro conserva la salud y el caso sigue adelante, a alguna lumbrera municipal o comunitaria se le ocurre que no queda muy bonito que los enfermos de Parla vayan a curarse a un lugar con cierto tufo a banquillo (por mucho menos, en Mallorca han borrado a los duques de Palma del letrero de una plaza y puede que hasta les quiten el título) y dedican otros cien mil euros a rebautizar el hospital. Total, será por infantas.

De momento, la buena noticia es que la Comunidad de Madrid ha dado marcha atrás a la privatización (entiéndase: robo a mano armada) de la sanidad pública y que el consejero Lasquetty ha presentado su dimisión, lo cual, más que una noticia, en el caso del PP, es un verdadero milagro. Ahora bien, por esto último no conviene alegrarse tanto porque Lasquetty, en su larga y camaleónica carrera política, ha sido de todo, desde director de un centro cultural a secretario de Nuevas Generaciones, y de secretario general de la FAES a consejero de Inmigración, pasando por lo que le echen. A Lasquetty le canjean el cartel de consejero tan rápido como a un hospital y casi por el mismo precio. No van a tardar mucho en reciclarlo y darle otro cargo donde pueda hacer más daño. En este país a los políticos fracasados los cambiamos de calzoncillos como en aquel chiste de Jaimito: Pepito con Juanito, Jaimito con Pedrito, etc. Y cambiarse de ropa interior ya es mucho, que aquí la mayoría de las veces nos conformamos con un bautizo.

 

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