Punto de Fisión

007 contra Inglaterra

Si el agente 007 lucha por la independencia de la Escocia, tendrá que enfrentarse a James Bond. La historia suena a delirio de guionistas empapados de ginebra pero es verdad: Sean Connery y Roger Moore han salido del geriátrico para discutir en tono amistoso sobre la conveniencia de desmembrar otro trocito del Imperio Británico. Ya no va quedando mucho, ni del imperio ni de los dos actores, de modo que mejor resolver la cuestión por las buenas con unos whiskies y una partida de póquer. No va a ser cosa de liarse a muletazos.

La idea de un James Bond envejecido es una quimera con la que todavía no se ha atrevido nadie, excepto el poeta Alvaro Muñoz Robledano en un fascinante proyecto de relato que, como tantos de los suyos, no sé si dará alguna vez a la imprenta. Arrastrando el bastón y la memoria, Bond se sienta a compartir un café con un archienemigo del otro lado del muro tan cascado como él y ambos se ponen a rememorar batallitas de aquellos tiempos perdidos en que tomaban vodka mezclado, no agitado, con sangre.

En cambio, en las películas, 007 atraviesa indemne las décadas mutando de rostro y de enemigos, sustituyendo a los rusos por los norcoreanos y a los narcos colombianos por magnates de la prensa. Por muy bien que lo hicieran Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig, los fanáticos de la serie seguimos echando de menos a Moore y a Connery. No acabamos de acostumbrarnos a esa rotativa facial en que nuestro asesino favorito se va poniendo el careto de un actor shakespeareano, de un maniquí de sastrería y de Vladimir Putin.

El duelo verbal entre Connery y Moore, los dos de smoking y pajarita, da bastante envidia cuando uno piensa que aquí el diálogo sería a patadas entre Piqué y Ramos, ambos firmes defensores del centralismo. Hace unos años, en los vestuarios del Bernabeú, poco antes de saltar al campo, Piqué llamó "españolitos" a una escuadra compuesta básicamente de portugueses, alemanes, franceses y brasileños, lo que da una idea de la sardana mental en que vive el consorte de Shakira. Por suerte o por desgracia, el fútbol es el máximo común divisor de la independencia catalana y sería curioso ver el modo en que el Barca iba a gestionar una liguilla nacional al estilo del Celtic de Glasgow, enfrentándose al Español, al Sabadell y haciendo luego una gira por provincias.

"Quedaos con nosotros", el lema con que los ingleses intentan retener a sus hermanos escoceses, no suena igual que el ibérico "pues entonces iros mucho a la mierda" con que los españoles suelen zanjar el debate. Por el lado escocés, Brian Cox y Alan Cumming; por el lado inglés, Emma Thomson y David Bowie. Por el lado catalán, Ramoncín y Peret; por el lado español, Loquillo y Estopa. La verdad es que dan ganas de hacerse sordo, pedir el pasaporte portugués e irse a vivir a Andorra.

 

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