Punto de Fisión

Risitas con subtítulos

El columnista siempre va a remolque de la noticia, chupando rueda, aprovechando el rebufo. La noticia suele funcionar de aperitivo, igual que el telonero en los conciertos que abre boca y da paso a la estrella, aunque a menudo hay que esforzarse, exprimir sus resonancias, sus ángulos inesperados. Sin embargo aquí en España, con la fauna política que padecemos en las últimas décadas, tampoco hace falta calentarse mucho la cabeza; uno abre un periódico y se encuentra con Mariano, con Cospedal y con Montoro, que es como tropezarse con los hermanos Marx en los fogones del tren pidiendo más madera. Pero, si va a decir verdad, hoy me siento igual que Chuck Berry en aquel mítico concierto del Brooklyn Paramount Theatre, cuando Jerry Lee Lewis, mosqueado porque le tocaba abrir fuego, incendió el piano al final de la canción y luego, al retirarse del escenario, le espetó a su sucesor entre el humo y las brasas: "Supéralo, negro".

Los Hermanos Musulmanes han subtitulado un antiguo video del Risitas contando un chiste en el programa de Jesús Quintero para mofarse de Abdelfatah al Sisi, el militar travestido de demócrata destinado a ser el próximo faraón de Egipto. Intentar emular al Risitas sin más recursos que los retóricos es como querer apagar a gritos el piano ardiente de Jerry Lee Lewis. Una de las señales de la posmodernidad es que la realidad cada vez se parece más a la ficción, por eso quienes comentamos la actualidad cada día lo tenemos más difícil. Póngase usted a bromear cuando el presidente se aparece a través de una pantalla de plasma y el ministro de Hacienda asegura que Cáritas predica la revolución violenta. Los periódicos imprimen parodias porque el presente es una rotativa macabra. El Risitas de comentarista político en el mundo árabe es equivalente a ese Darth Vader que se ha presentado de candidato a las elecciones presidenciales ucranianas. Como gane Darth Vader, lo mismo le da por cambiar el himno nacional por la Marcha Imperial de John Williams, la cual a su vez era un plagio de una ópera de Prokofiev: todo termina por regresar a sus orígenes.

La cosa viene de lejos, yo diría que desde Ronald Reagan, que fue el primer presidente de ficción. Más de medio mundo habría preferido que Reagan cagase Casablanca, aunque nos hubiésemos quedado sin despedida en la pista de despegue, con Ingrid Bergman perdiendo el culo camino del avión y el gendarme Claude Rains bebiendo agua de Vichy antes de pegarse un tiro en la boca. En una de sus hilarantes novelas, Juan Aparicio Belmonte pronosticaba que el PSOE acabaría nombrando candidato a Espinete y que el PP contraatacaría presentando a Don Pimpón. Le faltó muy poco para acertar, aunque sería mejor decir que se quedó corto. Yo, que seguí la campaña del segundo enfrentamiento entre Rajoy y Zapatero, vi la cosa más bien como un diálogo de sordos entre Patricio y Bob Esponja. Eso que hubiéramos salido ganando porque, entre uno y otro, en los últimos ocho años España parece un episodio de los Picapiedra con la cantera de los brontosaurios cerrada por extinción.

 

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