Punto de Fisión

El triunfo del ébola

Hace tres o cuatro días, en un mítin en Marsella, Jean-Marie Le Pen tenía que dar paso a su hija en el estrado pero antes se puso a solucionar el problema de la inmigración por vía respiratoria: "Hay una explosión demográfica en el mundo y existe el riesgo de invasión. El reemplazo de población está en camino. Pero el señor ébola puede solucionar el problema en tres meses". Desear en público y a voces la muerte de millones de personas, aunque sean inmigrantes, es algo que sólo puede permitirse un señor de derechas de los de toda la vida. El ministro Fernández Díaz no lo llamó a declarar por tres razones: porque Marsella cae fuera de su jurisdicción, porque no lo escribió en twitter y porque no le deseó nada malo a ninguna señora del PP.

Aun así, mientras en Estrasburgo algunos diputados están pensando si retirar la inmunidad parlamentaria a Le Pen o mejor darle una medalla, esta excepcional burrada genocida le ha valido al Frente Nacional un excepcional espaldarazo en las urnas. Uno esperaría algo más de sensibilidad al otro lado de los Pirineos, pero hay que tener en cuenta que los franceses son gente acostumbrada a votar en dos vueltas. Esta vez les ha bastado con una sola para ahorcarse. No han sido los únicos porque, a la hora en que me he sentado a escribir, la representación de la extrema derecha aumenta exponencialmente en toda Europa, incluida Grecia, donde el triunfo del bloque de izquierdas viene empañado por el auge de Amanecer Dorado.

Aprovechando el subidón fascista en Francia, a Marine Le Pen le ha faltado tiempo para reclamar la disolución de la Asamblea y pedir una nueva convocatoria de elecciones. No sería extraño que su padre anduviera ahora mismo por ahí con un tarro de virus bajo la chaqueta y dispuesto a vaciarlo sobre los escaños socialistas. Soy el señor Ébola, soluciono problemas. En España no corremos ese peligro porque el desmantelamiento de la Sanidad pública resulta más eficaz que cualquier epidemia medieval. Además aquí es muy complicado hacerse un hueco en la extrema derecha porque la ocupa toda el PP. Vox y diversas formaciones de Falange han intentado abrirse un hueco a codazos pero carecen de la sinceridad brutal del anciano líder francés. A lo más que se ha llegado aquí, en vísperas de elecciones, fue a que el alcalde de Sestao declarase que la mierda la echaba él a hostias, una pugilística declaración de intenciones que dio un nuevo significado a las siglas del PNV: Partido Neonazi Vizcaíno.

Si algo han demostrado estas elecciones es que Europa ya no se divide en dos subcontinentes a dos velocidades, sino en un caldo de cultivo de diversos virus ideológicos que comparten una letanía de odio común: el rechazo del inmigrante, la preponderancia de la raza blanca, el final de aquel ensueño humanista que hace poco más de dos siglos proclamó que todos los hombres nacen libres e iguales. En el centenario del comienzo de la primera gran carnicería europea, el ébola toma el revelo. Un fantasma recorre Europa; había que ser muy ciego para no haberlo visto venir: en la limpieza étnica en los Balcanes, en las celebraciones del Valle de los Caídos, en la caricatura mussoliniana de Berlusconi. En España ha ganado el PP y en Francia también.

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