Punto de Fisión

Mariano en Elm Street, oiga

Lo más interesante de las largas y floridas intervenciones del presidente Mariano durante la plúmbea jornada de ayer, oiga, fue la corbata. Era una corbata azul claro con bandas blancas y azul marino listadas, muy bonita. Le hacía juego con la barba, quizá por un reflejo ideológico, quizá por una sobreexposición a las televisiones de plasma. Y ya está. Lo demás consistió en lo de siempre, oiga, malabarismos de cifras, birlibirloques semánticos y estadísticas de churrería. Por ejemplo, cuando se puso a hablar de las clases medias, Mariano sacó el cuchillo y desmenuzó la sandía en tres gajos principales; a la altura del segundo, el auditorio todavía estaba intentando digerir el primero, pero el presidente se había preparado a fondo los cursillos de lectura rápida y esta vez no se tropezó ni en los decimales. Eso sí, siguiendo su costumbre, no dijo una sola cosa que no fuese mentira.

El arma sorpresa de su discurso fue un sonoro y rimbombante número cómico: "No pedir el rescate fue la gran medida de política social de esta legislatura". En junio de 2012 prácticamente no hubo un solo periódico de este país (desde La Razón hasta este digital en que nos encontramos, sin olvidar el ABC, El Mundo, El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya) que no incluyera en los titulares y portadas, en negritas bien gordas, la palabra RESCATE. ¿Por qué lo llaman rescate cuando quieren decir préstamo? Probablemente Mariano estuviera citando el Marca. Luego, ya lanzado cuesta arriba, incluso prometió dos o tres millones de nuevos puestos de trabajo, oiga. Dos o tres por lo menos. La mujer que traducía semejante tropel de disparates al lenguaje de los signos recurría directamente a la peineta y al corte de mangas.

Incluso al ponerle Duran i Lleida delante de la cara miserias tan evidentes como la tragedia de los dependientes o el IVA cultural, Mariano se sacó de la manga, literalmente, unos porcentajes chiripitiflaúticos donde venía a decir, sin ningún tipo de pudor, que el gobierno había tenido que ordenar sus prioridades (bueno, él dijo "priorizar", pero yo he preferido no pegarle esa patada al idioma). Básicamente, quería decir que entre los dependientes y la banca, mejor ayudar a la banca, y que entre la hostelería y la cultura, oiga, dos raciones de calamares. Lo de la hostelería suena a coña marinera pero yo mismo oí, y creo que no fue un efecto del plasma, cómo Mariano, en su respuesta al prócer catalán, defendía el 10% de IVA para la hostelería y el 21% para la cultura como un valor fundamental y diferencial del pueblo español. Es por lo que se nos conoce en el extranjero, oiga, los chopitos, el jamón ibérico, la morcilla y el vino de Rioja, muy por encima de Cervantes, de Velázquez, de Buñuel y de Machado. Toreros y camareros, la España mariana. En cuanto a la ciencia, ni está ni se la espera.

"Hemos salido de la pesadilla" dijo, y por unos instantes, parecía Freddy Krueger con las manos llenas de tijeretazos: hospitales desguazados, profesores despedidos, colegios arrasados, muchedumbres en paro, familias desahuciadas, jóvenes exiliados, niños hambrientos. El discurso presidencial debería haber llevado una advertencia, como tantas obras de ficción: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Cuando Garzón y Coscubiela le acusaron de estar por completo en otro mundo (los mundos para lelos), Mariano improvisó una pequeña biografía en que aseguró que él había nacido en Santiago de Compostela, no en Elm Street ni en Castroforte de Baralla, y lo aderezó con unos cuantos chistes típicamente marianos, oiga, que hicieron las delicias de su bancada. Los suyos le rieron y aplaudieron las gracias, que para eso están. Bueno, los que estaban, que a esas horas ya se habían ido casi todos a la cama. Bueno, tampoco todos, que Celia Villalobos aprovechaba para jugar al Candy Crush. La corbata, fantástica.

 

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