Punto de Fisión

La palabra tan temida

Erri de Luca, un gran escritor italiano, va a ser juzgado y condenado por ejercer su oficio de escritor, por poner por escrito su temor y su repugnancia ante las obras del Tren de Alta Velocidad en el Valle de Susa, en los Alpes italianos. No se trata sólo de una agresión medio ambiental, de la destrucción de un paisaje único, sino de un auténtico peligro mortal para toda la población, ya que uno de los túneles pretende horadar una montaña que (le cedo la palabra) "está repleta de amianto y de plecbenda, material radiactivo. La perforación de la montaña va a provocar, y provoca ya, problemas sanitarios y medioambientales. Bastaría con modernizar la línea ferroviaria existente, que es utilizada en la actualidad en 20% menos de su capacidad".

Del mismo modo que Salman Rushdie desató la ira del ayatolá Jomeini al sugerir, en Los versos satánicos, que en el Corán se había mezclado la palabra de Dios con la del diablo, en su último libro, La palabra contraria, de Luca ha blasfemado contra la sacrosanta fe del progreso, contra los ayatolás ferroviarios del dinero y el cemento. El núcleo de su herejía reside en una palabra, "sabotaje", que es el sustantivo con el que de Luca espolea a los habitantes del valle, a ecologistas y a activistas a intentar detener ese inminente atentado a la salud pública. "Sabotaje" es una palabra resbaladiza; el fiscal Andrea Beconi interpreta que el escritor está incitando a "la destrucción de bienes públicos", un prodigioso juego malabar judicial porque, de momento, la única destrucción de bienes públicos proviene de la constructora y de los empresarios empeñados en la perforación del túnel: las vidas y la salud de los habitantes del valle de Susa.

"El verbo sabotear es noble" ha dicho de Luca. "Hasta Gandhi lo empleó". La comparación no es gratuita: si Gandhi luchó por la independencia de su país contra el todopoderoso imperio británico, de Luca ha entablado una guerra intelectual por su independencia de escritor (y de ciudadano) contra los grandes poderes de la economía, esos imperios que no tienen bandera ni patria ni himno ni ética ni vergüenza. Con sesenta años cumplidos, de Luca no se arredra ante la amenaza de la cárcel: "Si mi opinión es un delito, no voy a dejar de cometerlo". Los mismos hipócritas que se solidarizan con los dibujantes asesinados de la revista Charlie Hebdo por una caricatura de Mahoma piden cinco años de prisión para un escritor que clama en público ante una monstruosidad insensata y bendecida con todos los permisos legales.

Hay, no obstante, un punto en que esta historia asoma un destello de esperanza, más allá de las manifestaciones de adhesión y de los apoyos públicos que está recibiendo el escritor. Es la constatación de que la literatura, este antiquísimo y modesto hormiguero, sigue siendo una amenaza para el poder, sea del signo que sea; de que un simple libro de setenta páginas, La palabra contraria, puede hacer tambalearse un imperio financiero; de que unas cuantas frases organizadas según cierta moral y cierta estética, pueden detener una maquinaria de miles de toneladas. Para los filisteos del euro y del dólar, un libro puede ser más peligroso que la liberación de sustancias radiactivas y cancerígenas a la atmósfera de un valle alpino. Igual que un ayatolá rabioso pensó que la mismísima palabra de Dios podía tambalearse ante dos párrafos de una novela.

 

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