Punto de Fisión

Optimismo mariano

El presidente del Gobierno está convencido de que en las elecciones generales los resultados serán mucho mejores que la sangría del pasado fin de semana. Es un optimismo a prueba de naufragios, no se había visto nada igual desde que Ed Wood llamó desde una cabina de teléfonos a un estudio de Hollywood para que los ejecutivos le dieran su opinión sobre su película casera de platillos volantes y travestismo con jerséis de angora. "Una puta mierda, francamente". "No se preocupen" sonreía Wood, inmune a las críticas. "La siguiente será mucho mejor".

Mariano no necesitó ponerse un jersey de angora para pronosticar la victoria y preparar su estrategia. "Estoy muy cómodo y muy tranquilo" dijo. Y añadió: "No me parece que el problema venga de cambiar ni de dejar de cambiar". Así zanjó el análisis, con uno de sus marianismos habituales, aunque también podía haber sido más breve y contundente: "La segunda ya tal". Sólo por estas cosas, lo vamos a echar de menos.

Los barones territoriales que acudieron a Génova como plañideras, salieron como reyezuelos ebrios de Juego de tronos, afilando la espada y anunciando que rodarían cabezas. Las suyas, para empezar. Es raro que esperasen más de su líder, pero también que esperasen menos. Sigue siendo el mismo gestor de catástrofes que, para explicar la marea negra que estaba empapando las costas gallegas, comentó que no pasaba nada, que eran unos hilillos. Mariano lleva instalado en el tancredismo desde que se apoyaba en la barra de aquel bar de Pontevedra, muy quieto, sospechando que, igual que un reloj parado acaba dando la hora por narices, tarde o temprano la historia de España tenía que pasar por él.

El problema es que sí, que va a pasar del todo, exactamente por encima, y entonces de Mariano no quedará sobre el asfalto histórico más que tres o cuatro frases bufas, una tonelada de podredumbre, cuatro años de espanto, una barba y unas chuches. Están tardando ya los subtítulos de Hitler en el búnker de Berlín explicando que los españoles que no han votado al PP lo han hecho porque no han visto la enorme mejoría económica que nos ha llevado a ponernos en el culo de Europa, a juntar aun más parados que Zapatero y a firmar contratos laborales de quince minutos. El optimismo de Mariano podría llevarle, tras pegarse el batacazo definitivo, a entrar al despacho de Florentino Pérez y presentarse como entrenador del Real Madrid.

Todas las cosas quieren perseverar en su ser, pero lo de Mariano ya es excesivo, una cabezonería de percebe aferrado al pedrusco mientras las demás gaviotas van haciendo las maletas. Renovarse o morir, gritan los barones, mientras ven venir el tsunami de las próximas elecciones y huyen a buscar refugio en la empresa privada. El afán de renovarse ha llegado al límite con Aguirre, que le ha ofrecido a Carmona la alcaldía de Madrid a cambio de su propia alma. Carmona ha hecho bien en no aceptar el pacto satánico porque, en menos de un año, ya estaría aparcando en el carrilbus y bailando el chotis vestido de chulapa. Para travestismo, mucho mejor Tamayo con un jersey de angora.

 

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