Punto de Fisión

Ventajas de la censura

Rototom Sunsplash es un nombre que suena muy bien para organizar un festival de música veraniego. Suena más o menos igual que el guarrazo espectacular que se han metido -¡Rototom Sunsplash!- invitando a un cantante, prohibiéndole cantar luego si no hacía unas declaraciones previas sobre la situación en Palestina y arrepintiéndose en el último momento para volverlo a invitar. Da la impresión de que ha sido la operación de marketing musical más exitosa desde que Alaska se equivocó de la peluquería. Era muy difícil esta semana hojear un periódico o navegar por internet y no tropezarte con Matisyahu, nombre artístico de Mathew Paul Miller, músico estadounidense que mezcla el reggae y el hip hop con mensajes pacifistas y una marcada identidad hebrea.

Tan marcada que en su primera época Matisyahu iba con tirabuzones y barba de rabino. Debió de ser esto lo que molestó a otros músicos invitados al festival de Benicassim, que exigieron a los organizadores que Matisyahu escribiera un documento o firmara un video para expresar claramente su apoyo al pueblo palestino. Mira que yo habré criticado veces, en este mismo rincón, la injustificable brutalidad de la intervención israelí en Palestina: por eso mismo nunca defenderé una declaración previa de limpieza ideológica contra quien sea. Primero porque es una gañanada y una maniobra inquisitorial, y segundo porque de muy poco le va a servir a la población sitiada en Gaza y Cisjordania que un cantante estadounidense no actúe en Benicassim. Al contrario, el veto ha sido utilizado de inmediato por las organizaciones sionistas como leña para reanimar otra vez la hoguera del antisemitismo, un tópico que sale a la palestra cada vez que alguien señala el crimen que Israel comete a diario contra el pueblo palestino.

Hay que decir que, por una vez y sin que sirva de precedente, esta vez tenían toda la razón, y que Podemos e Izquierda Unida han perdido una excelente oportunidad de callarse. Hace falta ser torpe para apoyar el veto a un artista, sea por la razón que fuere. En lo que ya no tenían tanta razón las organizaciones sionistas, junto al PP, el PSOE, Ciudadanos y la derecha mediática en bloque, es en señalar que el caso Matisyahu iba a sentar un claro precedente en España al censurar a un artista por motivos ideológicos. Por desgracia, nuestro país tiene un historial lo bastante amplio en cuestiones de censura ideológica como para competir con cualquier dictadura. Este mismo año, en Madrid, se prohibió un concierto del grupo vasco Soziedad Alkoholika, alegando riestos de orden público. Albert Pla fue censurado en Gijón en octubre de 2013, después de que dijera que le daba asco ser español. En 2012 Fermín Muguruza desapareció del Festival Planet Babylon en Alcalá de Henares. El festival Irreductibles Fest (donde la recaudación entera iba destinada a los detenidos por la huelga general del 14 de noviembre de 2012, y donde iban a actuar, entre otros, Habeas Corpus, Soziedad Alkoholika, Canino o Boicot) fue suspendido. Eso sólo por hablar de los últimos años y de casos en los que ni el PP ni el PSOE ni ningún paladín de la libertad de esos que tanto abundan por radio, prensa y televisión, se rasgó las vestiduras. Más bien al revés, ejercieron, aplaudieron y justificaron la censura. Si tiramos hacia atrás, hacia los años noventa y ochenta, la lista es un interminable etcétera que incluye también a Barricada, a Loquillo, Los Planetas e incluso a Miguel Bosé. Lo que ignoramos es cuántos de ellos son judíos.

 

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