Punto de Fisión

El puñetazo

Salvo a Pablo Iglesias, a Alberto Garzón, a Ada Colau y a algunos otros dirigentes de izquierda no vi a ningún político importante condenando los porrazos de la policía que abrieron brechas, rompieron huesos y provocaron hematomas a montones de ancianos, mujeres y jóvenes durante las manifestaciones alrededor del Congreso. No, la verdad es que no recuerdo a Mariano ni a Cifuentes ni a Aguirre ni a ninguno de sus adláteres lamentando la brutalidad policial y preocupándose por la salud de unos cuantos manifestantes que no cometieron más delito que cruzarse en el camino de unos antidisturbios con barra libre. Más bien se felicitaron por el excelente trabajo que habían hecho nuestras fuerzas de seguridad emulando a los mamelucos. Creo que en este país, durante los últimos cuatro años, se han saltado suficientes ojos, rajado bastantes cráneos y corrido suficiente sangre como para que nos rasguemos ahora nuestras fariseas vestiduras por un puñetazo.

Ah, pero es que esta vez el puñetazo se lo ha llevado la cara visible del país, el propio presidente, a quien le han desmontado las gafas a traición. Un agresión cobarde, gratuita y estúpida que no merece más que repulsa y reprobación, lo digo bien alto. Aunque lo más significativo no ha sido la hostia en sí, sino los aplausos y vítores de unos pocos mientras los agentes introducían al detenido en un coche de la policía. Una metáfora con piernas, dedos y voces no sólo del fracaso del sistema educativo sino del naufragio de la inteligencia y del más elemental sentido común.

Andrés, el autor del puñetazo, no es más que un hooligan, un ultra del Pontevedra que estudiaba en el instituto y que venía de un colegio privado. En seguida declaró que estaba muy contento de lo que había hecho y que lo volvería a hacer. No tiene nada que ver con Podemos ni con IU sino que procede directamente de esos estercoleros del fútbol donde se habla a navajazos y se discute con bates de béisbol. Ahora bien, las ciénagas de la caverna no han tardado ni diez minutos en atribuir al puñetazo un sesgo ideológico, una etiqueta política. Como si Garzón o Iglesias hubieran teledirigido el brazo de un menor que no tiene un dedo de frente, como si el calificativo de Pdr Snchz en medio del debate hubiera adquirido la velocidad y la potencia de un gancho de izquierda. Dicen que Mocidade Granate, la peña ultra del Pontevedra al que pertenecía el agresor, es más bien de ideología izquierdista y nacionalista. Sin embargo, yo dudo mucho de que el puñetazo brotase de una ideología concreta, más que nada porque he visto algunas fotos de esa misma peña con unos cuantos jóvenes haciendo el saludo fascista.

Hay que condenar la violencia siempre, toda la violencia, no sólo la de un lado, no sólo el puñetazo de un niñato que le tira unas gafas al presidente, sino la violencia de los desahucios, de los suicidios por desesperación, la violencia arbitraria de los manguerazos y las pelotas de goma, la violencia ejercida impune y prolongadamente contra los desposeídos, los enfermos y los débiles. La violencia, el último recurso del incompente, como dijo Asimov, sólo engendra violencia. A Mariano, el presidente más violento e incompetente que ha dado este país, el puñetazo de ayer sólo le va a engendrar un pequeño moratón y un buen montón de votos.

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