Punto de Fisión

La culpa no es de José Mota

TVE se ha sumado a la actual campaña contra el humor negro con una exhibición de humor negro donde se disculpaban por un número de José Mota en el que hacía humor negro. Ya lo expliqué en su día con la ofensiva contra Guillermo Zapata, pero habrá que hacerlo una vez más: el humor, esa gran invención humana, sirve para muchas cosas y también es una herramienta contra el miedo, uno de los pocos recursos de que disponemos para defendernos de los horrores del mundo, burlarnos del poder y torear la desgracia. Si alguien se siente ofendido por un chiste, su indignación pertenece al ámbito privado, no al del chiste, lo mismo que el puritano se siente ofendido al ver un escote o una minifalda.

Como casi todos los cómicos con una sobrecarga de trabajo y de exposición pública, José Mota ha sufrido altibajos a lo largo de su carrera. También ha exprimido hasta la saciedad gags que al principio tenían mucha gracia (el Cansino Histórico, el Fumi de Morata, el Tío de la Vara) y cuya repetición, semana tras semana, los iba convirtiendo en mojama. Aparte de los enfermos terminales, prácticamente no hay un solo colectivo que, en un momento u otro, no haya podido sentirse ofendido con los números de Mota: los médicos, los vigilantes, las amas de casa, los jubilados, los miopes, los tontos de pueblo, las señoras cotillas. Maestro de la imitación y de la parodia, muchos de los personajes públicos que han sido blanco de sus carcajadas (desde Pajares hasta Iker Jiménez, pasando por toda la actual fauna política) deberían haberle interpuesto una demanda.

En concreto, el número del mal gusto intentaba hacer humor con una de las experiencias más terribles que puede sufrir alguien: el momento en que le diagnostican una enfermedad terminal. La verdad, recordaba bastante aquella secuencia de El fantasma de la libertad, de Buñuel, en que un médico, examinando los análisis de un paciente, descubre que tiene un cáncer de pulmón, le explica lo que es y a continuación le ofrece un cigarrillo. Buñuel no se cortaba un pelo con las bromas y tenía pensada una para el momento final en la que reuniría a todos sus amigos junto a su lecho de muerte, llamaría a un cura y entonces, de rodillas, le pediría la absolución de sus pecados. Como ateo recalcitrante que era, Buñuel esperaba que sus amigos se quedaran estupefactos, aunque sospechaba que en ese trance definitivo ya no estaría para muchas bromas. Un buen amigo mío, al que operaron del colon el año pasado, tuvo que pasar por el mal trago de llevar una bolsa un par de meses y nos decía a los amigos que esperaba con ansia la ocasión en que un atracador le saliese al paso una noche con una navaja y le espetara aquello de "la bolsa o la vida". Sin inmutarse, se desprendería de ella y la entregaría sin remordimientos: "La bolsa, la bolsa".

Ya que les preocupa el humor negro, por lo que deberían pedir perdón los responsables de TVE es por los informativos de mierda con los que nos han intoxicado durante los últimos años, por esos cuecehabas sádicos de Masterchef que han confundido la cocina con Treblinka, por las repugnantes entrevistas de Bertín Osborne, por esos programas de libros que dan ganas de hacerse analfabeto, por esas teleseries cutres trufadas de evasores fiscales y por las opiniones meningíticas de Mariló Montero, entre otras muchas bazofias. Creo que hablo en nombre de muchos cuando digo que la casi totalidad de la parrilla de TVE me da un asco inmenso y que es una programación que ofende la inteligencia, el buen gusto, la vergüenza y el bolsillo. Deberían disculparse por estos cuatro años de telebasura y no, no lo digo de coña.

 

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