Punto de Fisión

Dimitir es un verbo inglés

 

Pensábamos que dimitir era un verbo que se conjuga únicamente en ruso, pero no, también se usa mucho en la gramática inglesa. Después del terremoto electoral que ha desgajado Gran Bretaña del continente, en poco más de una semana han rodado las cabezas de tres líderes británicos, dos de ellos partidarios del Brexit, y lo mejor de todo es que han rodado de manera voluntaria. El primero fue David Cameron, un innovador político que ha repetido el suicidio ritual de Budd Dwyer, aquel tesorero estadounidense que, delante de las cámaras, extrajo un revólver de una bolsa de papel, se metió el cañón en la boca y se voló los sesos. Cameron no ha necesitado ni bala ni pistola: le bastó meter la boca delante de un micrófono mientras se iban volando los puentes que unían a su país con Europa, a Escocia con Inglaterra y a Inglaterra con la historia. El suyo es un apellido premonitorio, ya que el último Cameron que perpetró un naufragio tan enorme y con tanto éxito fue James Cameron cuando rodó Titanic.

El segundo en hundirse con el barco ha sido Boris Johnson, un tipo que se peina en la misma pastelería que Donald Trump y que tenía todas las papeletas para sustituir a Cameron al frente de los conservadores. Era una jugada sorprendente desde cualquier punto de vista, excepto el británico, donde siempre gana el candidato más inesperado y más aun en el partido conservador, que se ha encontrado a sus mejores líderes -Margaret Thatcher, John Major o el propio Cameron- de sopetón, cuando ya no había manera de evitar el desastre.

Aunque fue la tercera en orden temporal, la dimisión de Nigel Farage como líder del UKIP ocupa la primera posición en cuanto a capacidad de sorpresa. Por continuar con la metáfora naval, es como si el iceberg que hundió al Titanic hubiera decidido acompañarlo en su descenso a las profundidades para hacerle compañía. No se entienden muy bien las razones de Farage para presentar su renuncia porque resulta bastante difícil de creer que lo haya hecho a causa del cargamento de mentiras con que amenizó su campaña. Él asegura que quiere recobrar su vida personal, y quizá sea la única verdad que haya dicho en mucho tiempo. Farage llevaba casi dos décadas intentando torpedear los pactos de Gran Bretaña con la Unión Europea y, después de ver cumplido su objetivo, se encontró con que ya no tenía mucho más que decir, aparte de que los refugiados son la peste bubónica. En cuanto al líder laborista, Jeremy Corbyn, en su propio partido le están quitando el suelo debajo de los pies y sería extraño que acabara la semana con la cabeza en su sitio.

Resulta sorprendente la escasa mandíbula de los políticos británicos comparados con sus homólogos españoles, que no conocen el verbo dimitir ni en presente ni en futuro ni en condicional perfecto. No dimitió el presidente del gobierno después de conocerse su relación íntima con un delincuente llamado Bárcenas, ni va a dimitir el ministro del Interior tras saberse que usaba su cargo para conspirar contra sus adversarios políticos. Por eso la dimisión en bloque de la cúpula del PP en Palma es una curiosa novedad dentro de la estrategia general de los populares, que se aferran al cargo como el cadáver del Cid al caballo para ganar elecciones después de muertos.

 

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