Punto de Fisión

El rey entre jeques

El viaje de Felipe VI a Arabia Saudí está rodeado de una espesa cortina de discreción. Los medios, como es lógico, intentan no decir mucho acerca del viaje, ya que podría dar lugar a informaciones equívocas. El público poco avisado podría llegar a pensar que nos unen lazos íntimos con un país medieval donde se considera ganado a las mujeres, donde se pisotean a diario los derechos humanos y donde una casta eclesiástica mete las narices en toda clase de asuntos estatales y civiles. También podría llegar a pensar que el rey de España está visitando a los mismos jeques multimillonarios que financian y arman a los terroristas del Daesh para que cometan atentados en Siria, en Turquía, en Francia y en Alemania. Es difícil evitar el planteamiento de este tipo de cuestiones, así que lo mejor es no plantear ninguna.

A todo esto, hay que señalar que el rey viaja impelido por la posible quiebra de Navantia, los astilleros públicos españoles, los cuales necesitan la labia de un embajador borbón para intentar venderles cinco corbetas a los jeques saudíes. Parece que no, pero no es lo mismo decirle que no a un empresario cualquiera que a decirle que no a un monarca: cosas de la realeza. Para hacer frente a la avalancha de quienes critican que vayan a hacer negocios con los mismos genocidas que están machacando Yemen, los responsables de los astilleros aseguran que no, que los suyos no son barcos de ataque sino de apoyo a otros buques y de vigilancia de costas. No son corbetas: son corbatas azul marino. Les ha faltado enviar a la delegación al encargado del almacén al que telefoneaba Gila para decirle que el submarino de color, bien, pero que no flota. No me diga que era un barco, con el trabajo que nos costó hundirlo.

Ante la posibilidad de hacer negocios, los escrúpulos y la ideología se los guarda uno donde mejor le quepan. Es lo que le ha pasado a José María González Kichi, el alcalde de Cádiz, un hombre al que le preocupan mucho los derechos humanos, aunque no tanto como le preocupa el paro en los astilleros. Geografía moral se llama eso. Entre que una familia gaditana pase hambre y que una familia yemenita salte por los aires, Kichi no tiene duda alguna. Otro tanto opina, Jorge Suárez, alcade del Ferrol, quien también confiesa "problemas de conciencia" ante la disyuntiva. Por fortuna, con la perspectiva de un contrato en ciernes los problemas de conciencia se disuelven cual azucarillo.

Poco antes del viaje, el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, proclamó ante el Senado que la delegación española a Arabía Saudí encabezada por Felipe VI "evocará" los derechos humanos durante sus reuniones con las autoridades saudíes. No explicó si los evocará entre los carraspeos antes del aperitivo o entre los eructos protocolarios después de los postres. En la cartera de Dastis no había sitio para reivindicaciones concretas ni tampoco peticiones de clemencia para los muchos presos políticos que aguardan turno a que les corten la cabeza. Según Dastis, la situación de las mujeres ha mejorado bastante en los últimos años: al parecer, ya no se encuentran en el medievo sino en el siglo XVII. Ha cambiado tanto que, en la recepción oficial que les ofrecieron a su llegada no había más mujeres que las de la delegación española. Podría ser peor, podían haberles recibido con un harén de bailarinas desnudas como el que le ofrecía el jeque Antonio Ozores a Pajares y Esteso en Los energéticos.

Más Noticias