Una de mis frases favoritas de la historia del cine la dijo uno de esos secundarios eternos que dan lustre a cualquier película y que nunca llegaron a primarios ni a estrellas ni a galanes ni puñetera falta que les hizo. Fue Sam Jaffe en La jungla de asfalto, de John Huston, y es una frase que ya he utilizado muchas veces en diversos artículos, respecto a una cosa o a la otra, pero que nunca habrá encajado mejor que en este pandemonio del referéndum catalán, con los guardias civiles perdiendo el tricornio con las prisas y los jueces actuando a una velocidad jamás vista al sur de los Pirineos. La frase la escribieron entre Ben Maddow y John Huston, aunque ignoro si ya estaba en la novela original de W. R. Burnett. Dice así: "Nunca puedes fiarte de un policía porque, cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley".
Durante el procés (término que quedaría más chulo en alemán, Der Prozess, para asimilar sus resonancias kafkianas), Puigdemont, Junqueras y los demás líderes independentistas esperaban cualquier clase de reacción hostil por parte del gobierno mariano, cualquiera excepto la aplicación estricta de la ley. Era lógico que no la esperasen puesto que la ley -en sus muchos y coloridos aspectos- y el PP no son uña y carne precisamente. Desde el Código Civil al Penal, pasando por el de Circulación, y sin contar la Ley de la Memoria Histórica, el PP ha cruzado más líneas rojas que el Cártel de Medellín en los tiempos turbulentos de Pablo Escobar.
Bastará recordar aquella tarde de gloria en que Esperanza Aguirre aparcó en un carril bus de la Gran Vía para sacar dinero de un cajero y luego atropelló la moto de un agente de Movilidad antes de darse a la fuga para ir a merendar a su casa. No es sólo la cantidad y la calidad de infracciones cometidas -faltó únicamente hacerle un test de alcoholemia- sino el hecho de que no le pasaran la menor factura, aparte de los chistes, y más aun, que ella y sus millones de forofos siguen pensando que hizo lo correcto. Como Carromero en Cuba.
Que la ley -con minúsculas, por favor- y el PP parecen incompatibles lo hemos ido descubriendo a través de diversos episodios más o menos cómicos, más o menos dramáticos, los cuales han ido transformando la crónica política de los últimos años en una versión de Uno de los nuestros en clave Paco Martínez Soria. Por ejemplo, los ordenadores machacados a martillazos en la sede de Génova. Por ejemplo, los mensajes de ánimo del presidente del gobierno a un célebre delicuente en chirona que, casualmente, fue tesorero del PP. Por ejemplo, la boda de la hija de Aznar, amenizada con un elenco de invitados de tal categoría que, de haberse producido unos pocos años después, habrían tenido que solicitar permiso carcelario. Por ejemplo, Rodrigo Rato. Por ejemplo, Jaume Matas. Por ejemplo, la economía interna del partido, llevada a base de sobres volátiles y libretas de ultramarinos en una rocambolesca cuenta de la vieja cuyo desembrollo equivaldría a la solución de la hipótesis de Riemann. Nunca puedes fiarte del PP porque, cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley.
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