Punto de Fisión

A la derecha de la derecha

La carrera entre Santamaría y Casado por el sitial supremo del PP se limitó, en la teoría y en la práctica, a ver quién era más facha. En el Trono de Hierro sólo se puede sentar quien no le tiemble la mano ante los tótems sagrados de la derecha española y Casado ha dicho en voz alta que él está orgulloso de Aznar, de Rajoy y de Fraga. De Fraga, ahí es nada. Allí se ha detenido, pero el subconsciente le bramaba en voz baja por reivindicar también a Arias Navarro, a Franco, a Primo de Rivera, a Favila y al oso que mató a Favila.

Cómo no sería de despiadada la campaña que al Cuñado Portavoz llegó a acusar a la ex vicepresidenta de no sacar los tanques a la calle en Cataluña y de ponerse a liberar etarras. Soraya, al menos, tuvo la vergüenza de no airear el currículum de su rival, un hombre que tardó siete años en aprobar la mitad de las asignaturas de Derecho y cuatro meses en aprobar la otra mitad, después de tomar su poción mágica. Casado advirtió que ser mujer no es un mérito o un argumento electoral para alcanzar la cúspide de Génova, y no le faltaba razón: más bien es un lastre. Bastó un máster por correo más o menos parecido al que Casado obtuvo en Aravaca para pegarle un tiro en el ala a Cristina Cifuentes, aunque lugo hubo que rematarla con un video del Eroski que tenían guardado en la recámara. Una mujer al frente del PP, hasta ahí podíamos llegar.

Pablo Casado ha intentado definir el área de influencia de un partido que va desde la pared hasta la derecha más rancia. Si se trataba de recobrar el mercado electoral que les había guindado Ciudadanos, nada mejor que reivindicar las esencias de la ultraderecha representadas por Vox, Hazte Oír y el pollo de la bandera franquista, que parecía una gallina después de la ración de cañamones con que lo alimentó Mariano. Les parece poco haber tenido al frente del ministerio del Interior a un meapilas del Opus Dei en línea directa con la Virgen de Lourdes y con un ángel de la guarda que le guarda más que nada el coche. Rivera lo tiene crudo a la hora de captar a ese electorado católico, apostólico y romano que aplaude a un tipo cuya idea de la reconciliación con las víctimas pasa por descojonarse de los miles de familiares que tienen al abuelo enterrado en una cuneta.

Sí, Casado está en contra de la eutanasia y del aborto, lo lógico en un feto de siglo y medio que reivindica una ley del aborto fechada en 1985, cuando él contaba cuatro años de edad. El viaje hecho a base de baba de caracol que el PP emprendió hace décadas para intentar llegar a esa entelequia llamada centro ha dado media vuelta para recobrar sus orígenes, que hasta el más tonto sabe cuáles son. Sería una noticia excelente para la izquierda, si la izquierda supiera conducir. En cuanto a la corrupción endémica del partido, en el congreso del PP se habló poco: lo único que dijo Pablo Casado es que allí no cabía un solo corrupto, pero le faltó añadir el adverbio. No cabe ni un solo corrupto más.

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