Punto de Fisión

Steven Seagal, enviado especial

Desde que Ronald Reagan fue elegido presidente, la realidad ya no es lo que era. Borges escribió un relato alucinante (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius) donde el mundo sufría la insidiosa penetración de una teoría metafísica en la que el idealismo iba reemplazando paso a paso al materialismo. Lo que no podía sospechar Borges es que el mundo iba a acabar deglutido no por la filosofía de Berkeley sino por las películas de Hollywood, y además por las peores. Un actor mediocre -a lo más lejos que llegó Reagan en el negocio del cine fue a que estuvo a punto de joder Casablanca- terminó por hacer el papel de su vida interpretando a un presidente de autoficción al que sólo le faltaban las pistolas y el sombrero de cowboy. Después los italianos subieron las apuestas al poner al frente del cotarro a un botarate televisivo y los estadounidenses contraatacaron eligiendo contra todo pronóstico a un dibujo animado.

La realidad basada en hechos cinematográficos ha dado un salto exponencial con el nombramiento por parte de Putin de Steven Seagal como enviado especial para asuntos humanitarios y relaciones culturales entre Rusia y EE UU. Si es cierto que el mandatario ruso colocó a Trump en la Casa Blanca a modo de tentetieso, la embajada cultural de Seagal ha elevado el chiste a alturas estratosféricas. Seagal podría defenderse de la acusación del actor del mismo modo que hizo en su día Victor Mature, que cuando vio que no le permitían entrar a un club muy exclusivo de Nueva York donde tenían vedado el acceso a actores, volvió a la noche siguiente con un montón de recortes y críticas que aseguraban que Mature no era en absoluto un actor. Claro que Victor Mature, comparado con Seagal, es Marlon Brando.

Por lo demás, el despropósito es perfecto, ya que Seagal es uno de esos cachos de carne con ojos que han poblado las pantallas del mundo desde que Stallone y Schwarzenegger rompieron en pedazos aquel veto de Groucho Marx, quien decía que jamás iba a ver una película donde el pecho del héroe era más grande que el de la heroína. El segundo, por cierto, fue gobernador de California y podía haber llegado a presidente si no fuese por su origen austriaco, y el primero no se ha dedicado nunca a la política, que yo sepa. Sin embargo, aunque ambos montículos de esteroides carezcan de los mínimos registros necesarios para el arte de la actuación, hay que reconocer que entre los dos juntan unas cuantas películas -Conan, Evasión o victoria, El último gran héroe, Cop Land- que, al lado de los zurullos perpetrados por Seagal, parecen sacadas de la filmografía de Kirk Douglas.

Con ser ridículo, lo verdaderamente lamentable en su nombramiento como embajador no va en el apartado cultural sino en el de asuntos humanitarios, puesto que Seagal cuenta ya con un nutrido rosario de denuncias por abusos sexuales. Jenny McCarthy, Kayden Nguyen o Lisa Guerrero son sólo tres de las muchas mujeres que han demandado por acoso al actor, aunque ninguna de ellas puede comparar su experiencia con la de su ex esposa Kelly LeBrock, quien declaró que durante su matrimonio de nueve años con Seagal fue constantemente violada y maltratada, pero que no quería sumarse a las acusaciones por no perjudicar a los tres hijos que tuvo con él. Relaciones culturales y asuntos humanitarios a base de hostias. "El mundo -concluía Borges su relato- será Tlön". Tal y como van las cosas, el mundo será tolón, tolón.

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