Punto de Fisión

El complicado verano del rey

Periódicos, telediarios y revistas del corazón son unánimes en su dictamen: éste es el verano más complicado del rey Felipe VI. Tan complicado que ha ido a pegarse un viaje en lancha por la bahía de Palma de Mallorca junto a su madre, la reina Sofía. De inmediato, a los comentaristas especializados en la narrativa de esta peculiar familia les ha faltado tiempo para preguntarse dónde se encontraban su esposa, la reina Letizia, y sus hijas. Pues dónde iban a encontrarse, lo más lejos posible de la reina Sofía. Se ve que muchos periodistas no están al tanto de las últimas noticias, ni siquiera de las que ellos mismos publican.

Las especulaciones sobre si Letizia y las niñas habrían abandonado Mallorca y estarían esperando para reunirse con el rey en algún otro destino veraniego han filtrado de alarma y de zozobra la almibarada prosa monárquica. Es lógico, porque para la mayoría de la gente, un agosto complicado consiste en intentar encontrar trabajo o en llegar a fin de mes sin empeñar la camisa, lo cual demuestra el considerable esfuerzo que deben hacer los prosistas cortesanos a estas alturas del milenio. Se echa de menos al anterior protagonista, que daba mucho juego literario. Con Juan Carlos en acción no había peligro de aburrirse, entre amantes de alto copete, osos borrachos tiroteados, broncas al chófer y elefantes reales y simbólicos.

En efecto, lo más complicado de ser rey es distinguir si uno está trabajando o de vacaciones. A mí me sucede lo mismo, debo advertir, porque entre unas cosas y otras me paso los veranos dándole a la tecla. Para el rey Felipe VI no es una tarea sencilla distinguir entre la devoción y la obligación, con tanto paseo en yate, tanta cena de gala, tanta sesión de fotos y tanto besamanos. Incluso al verlo en bañador surgen muchas dudas. De ahí que en verano la abigarrada novela de los borbones se atasque y parezca que no ocurra nada, cuando lo que ocurre es lo de siempre.

Tampoco es fácil inventar peripecias para un personaje como Felipe VI, teniendo en cuenta que lo más dramático que le ha sucedido este verano, aparte de una pequeña operación de espalda, es salir a dar un rulo en lancha con su madre. Raymond Chandler decía que, cuando se le encasquillaba la escritura de una novela, pegaba una patada en la puerta y hacía que en la habitación entrara un tipo armado con una pistola. En la gran novela de los borbones, el último equivalente chandleriano a la patada en la puerta ha sido la filtración de las cintas de Villarejo, un fascinante giro de guión donde la princesa Corinna aseguraba que el rey emérito mantenía propiedades y cuentas en el extranjero a nombre de terceros. Sí, es muy emocionante, pero el prosista cortesano no puede detenerse en comparaciones y minucias que lo conducirían inevitablemente a los aledaños de la novela negra, no a menos que quiera conocer en sus carnes las visicitudes de un verano auténticamente complicado.

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