Punto de Fisión

Pedro y Mariano: tesis y antítesis

Menos de una semana después de que empezara la operación de acoso y derribo contra la tesis doctoral de Pedro Sánchez, la investigación alentada por las fuerzas de la derecha está lejos de haber terminado. Empezaron por cuestionar la existencia de la tesis y, cuando la encontraron, enviaron un ejército de periodistas para ver si podían demostrar que Sánchez la había comprado en los chinos. El fin de semana, cuando Arcadi Espada se sentó a dar su dictamen, el cuestionamiento alcanzó un punto de no retorno en el que el presidente podría ser propuesto al premio Nobel de Economía. No hay más que repasar la audaz defensa espadiana de los agresores de La Manada, en la que solicitaba ahondar en la conducta privada de la muchacha violada, algo comparable a indagar si cualquiera de las víctimas de ETA se merecía el balazo en la nuca. O su casi infatigable alegato a favor de Francisco Camps, que resuena con la misma cadencia del discurso fúnebre de Marco Antonio en boca de Shakespeare: "Pero Camps, sin duda, es un hombre honrado".

En esta ocasión, el gran momento feliz de Arcadi Espada es haber dado con una sospechosa coincidencia textual a través de un autor inexistente: un Voir M. Granovetter que en realidad no existe y que aparece chapuceramente citado en la tesis de Sánchez, sin caer en la cuenta de que se trata de M. Granovetter al que se le ha añadido en espectacular patinazo la voz francesa "voir". Hay que reconocer que tiene mérito rastrear cientos de páginas repletas de peñazos hasta dar con tal minucia y extrapolar, a partir de ella, toda una teoría de la falta de escrúpulos políticos, de la decencia y la indecencia, en la que la decencia estaría representada, nada menos, que por el anterior inquilino de La Moncloa, Mariano Rajoy.

Sí, hay que reconocerle el mérito, no sólo estando en medio el máster fantasma del actual jefe de la oposición, Pablo Casado, del que nadie ha encontrado el menor rastro, sino también la aparatosa sombra de un presidente célebre (aparte de por sus inextricables chascarrillos sobre alcaldes, vecinos, platos y vasos) por ese instante de revelación suprema en que, ante una cámara de televisión, reconoció que no entendía su propia letra. Como para reconocer la de Bárcenas en aquellos cuadernos que, al contrario que la tesis de Sánchez, primero fueron tomados como una falsificación, después como prueba en un tribunal y van a acabar elevados a la categoría de Piedra Rosetta de una corrupción endémica. La diferencia es que los peritos y mamporreros de la derecha se acercan a la tesis doctoral de Sánchez con una lupa mientras que no se acercaron a los cuadernos de Bárcenas ni con un telescopio.

Resulta asombroso, por no decir otra cosa, que tras cien días de gestión, se tache a Pedro Sánchez de incompetente, de tentetieso y de estafador académico habiendo tenido durante seis años de presidente del gobierno a una absoluta nulidad intelectual y moral. Alguien que, cuando le preguntaron sobre la valla de Melilla, reconoció que ignoraba los efectos que pueden causar las cuchillas sobre las personas. En fin, da bastante pereza tener que defender a un político tan inevitablemente mediocre como Sánchez, pero lo cierto es que Sánchez, al lado de Mariano, es una mezcla entre Keynes, Aristóteles y Metternich.

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