Punto de Fisión

El último Valls

A media tarde de ayer lunes saltó la noticia de que Manuel Valls se retiraba de la política en caso de no conseguir la alcaldía de Barcelona. O la alcaldía o nada. Fue un anuncio estentóreo, casi una amenaza o una exhibición de poderío del estilo de las que solían protagonizar Serguéi Bubka y otros grandes campeones de salto con pértiga, que no empezaban a competir hasta que el listón andaba por las alturas. A menudo Bubka se quedaba solo en la pista, pidiendo el aplauso del público hasta que tiraba el listón por aburrimiento o por cansancio, lo que llegara primero. Mientras que el salto con pértiga es el único deporte que termina con un fallo, la política es un pasatiempo en donde los fallos se suceden a lo largo, lo ancho y lo alto de la competición; no hay más que pensar en Aznar, Pujol, Zapatero, Rajoy o González, cuyas ilustres carreras están repletas de errores, resbalones y tripazos.

Manuel Valls, sin embargo, ha decidido anunciar el guarrazo definitivo, un salto al vacío sin colchoneta que recuerda el de aquel clavadista malagueño del que hablaba Chiquito de la Calzada, que pidió que le retirasen la palangana donde se había tirado el italiano y la sustituyesen por una toalla mojada. La hostia promete ser de órdago, como corresponde a un paracaidista sin paracaídas, republicano en una monarquía, moderadamente moderado, barcelonés de nacimiento y francés de corazón. Tal y como anda la política catalana, presentarse por una plataforma independiente no parece muy buena idea, pero tampoco había tiempo para que Inés Arrimadas lo adoptara, lo gestara durante nueve meses y lo presentara como alcalde subrogado con todas las de la ley.

A primera hora de la noche, Valls matizó que lo habíamos entendido mal, que no se retiraría de la política si perdía, sino que no volvería a la política en Francia, un país donde tampoco es que le queden muchos cartuchos que disparar. Se ve que los franceses, en cuanto encuentran mercancía defectuosa -los borbones, Manuel Valls- nos la envían Pirineos abajo por un módico precio. A última hora, si no sale elegido alcalde, siempre le quedará el recurso de quejarse como César Ruano cuando se enteró de que no le habían dado el premio Nadal. "Hombre, César" le dijeron, "es que se ha presentado esta chica, Carmen Laforet, con una novela estupenda". Ruano dijo, con mucha razón, que desde cuándo en España se concedían premios a los mejores en lugar de a los amigos.

De momento, con los ánimos que se presenta a las municipales, Valls ya ha debido de comprar el billete de regreso a París. Está metido en una película de suspense similar a la que me metí yo una medianoche, cuando en plena calle una alemana preciosa me dijo si quería pasar con ella a una discoteca y yo le respondí que no, que ya estoy viejo para discotecas, y ella insistió en que me esperaba al día siguiente, en esa misma esquina, a las siete de la tarde. Allí acudí, un cuarto de hora antes, y allí me quedé veinte minutos más, de pie, para que no quedara la menor duda de que estaba esperando un plantón.

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